Primero alarmistas, luego ridículos y ahora inhumanos, los que quieren “salvar” a MUSAS imitando el delirio del funcionario de Padrés y de Pavlovich que dejó al Museo hecho un asco y quiere ocultar su negligencia.
Ahora inhumanos, digo, porque quieren hacer una reunión para echárselas de adictos al arte. Mientras miles de damnificados, sobre todo en Empalme, aspiran a salvar sus vidas con un techo para guarecerse y la seguridad de cuando menos una comida diaria. Los asechan el hambre y las enfermedades.
Dejen, señoras, señores, o del sexo que prefieran, para otra oportunidad los desfiguros. Salven a los ancianos, a los niños, llévenles o mándenles sacos de frijol, arroz, manteca, harina, pastas, aceite de comer, carbón, papel sanitario, agua, leche en polvo, azúcar, galletas, pañales para ancianos, biberones, medicamentos para primeros auxilios, ropa usada pero limpia, zapatos de todas las tallas, focos de baterías.
El Imparcial anunció ayer que había oficialmente 15 mil 272 afectados, más de doscientas personas habían encontrado refugio provisonal y 250 se hallaban en situación de riesgo, es decir, podrían perecer.
Dejen solo por ahora al ex burócrata de Padrés. Lo que importa es, primero, salvar a los damnificados. Las excentricidades, después.
DESACUERDO CON LOPEZ GATELL
Aplaudí la inteligencia y tesón que puso el doctor Hugo López Gatell al enfrentar la pandemia en la difícil primera etapa. Pero estoy en desacuerdo con su declaración contra los pequeños consultorios que trabajan como anexos de ciertas farmacias. Eso de que los médicos, para favorecer a las farmacias, recetan diez o más medicamentos, es falso.
Yo tuve una emergencia hace un mes y medio. Al parecer me picó un bicho o me rozó una hierba venenosa pues se me hinchó una mano y me apareció en la piel una especie de salpullido. Hablé a la dermatóloga especialista que cobra Mil Pesos por consulta pero no tenía espacio. Y fui a una farmacia de la avenida Morelos con la esperanza de que me recomendaran un remedio. La empleada me sugirió que viera al médico de al lado. Por la consulta pagué Sesenta Pesos.
La receta me costó menos de Trescientos, y uno de los dos medicamentos, una crema para aplicarse directamente, salió en Cincuenta Pesos.
Al día siguiente la hinchazón había bajado en 50 por ciento, y al tercer día desapareció. El interrogatorio y la auscultación del médico me parecieron simplemente profesionales.
No estoy en condición física de andar en vueltas, de modo que me ahorró ir a hacer cola al ISSSTESON para la consulta y luego una segunda cola, para obtener lo recetado, si lo había en existencias. Mi experiencia en nada se parece a la descripción del Subsecretario López Gatell.
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