Sin aviso previo, El Imparcial subió a 12 pesos su edición diaria y a 15 la dominical, sin que se explique el lector la diferencia pues encuentra las dos ediciones igual de flacas. El periódico Expresó subió de 8 a 10 pesos el ejemplar, y el “Diario de Hermosillo” no lo veo hace tiempo en ninguna de las tiendas de la colonia.
En un tiempo lejano, los periódicos de cualquier ciudad del Estado publicaban gratis las notas de bautizos, matrimonios, cumpleaños, etc., de cualquier persona. Ahora hay que pagar el espacio. Pero las familias que carecen de dinero para que las mencionen, no necesitan a la prensa. Difunden en las Redes Sociales la noticia de nacimientos, defunciones, aniversarios y demás sin gastar un peso y con las notas redactadas a su gusto, y de paso con foto.
Y se acabó el tiempo en que casi en cada periódico había un columnista a quien leía buen sector de su pueblo porque confiaba en sus juicios. En las páginas editoriales hoy en día encuentra uno docenas de nombres que Dios sabe quiénes serán. Generalmente se trata de periodistas de la Ciudad de México que distribuyen sus artículos a través de agencias.
No se crea que por haber perdido primacía los periódicos, el periodismo en radio y televisión es la gran cosa. Me declaro incompetente para calificarlos porque los escucho rara vez. Tampoco el “periodismo” que hace la gente por su cuenta en las Redes es para enorgullecer a sus autores. Algunos aburren con la invocación diaria a Dios y los santos sin que haya motivo para tal invocación; muchos se sienten héroes porque atacan al gobierno. ¡Y qué ortografía, señor! En fin, vivimos en plena Era de la Intrascendencia y la superficialidad.
Fuimos afortunados quienes vivimos aquellos años en que nos despertaba el grito ladino del papelerito, que pasaba voceando el periódico hecho con pobre tecnología y rica pasión por la verdad.
LA “SELFIE” DE MARCELO
Por un lado, critican a Inglaterra porque sus ciudadanos sostienen una nobleza ociosa con niveles de lujo desmesurado, y por otra, critican al canciller Marcelo Ebrard porque en pleno ceremonial luctuoso en honor de la difunta reina, se tomó una “selfie”, como cualquier mexicano pueblerino que anda de turista y quiere volver a su pueblo con fotos que le envidiarán los cuates a la hora de las cheves.
¿No es ésa la conducta normal de un mexicano? Luego de dar el pésame a la viuda o la mamá del difunto poniendo una cara de dolor que ya la quisiera cualquier actor de televisión, se hace bola en el patio o el jardín de la casa con otros que acudieron a velar al muertito y se pone a contar charras, coreadas con carcajadas para espantar el sueño. Es decir, Marcelo, posible futuro presidente de México, no se achicó en aquel ambiente de nobleza, supo conducirse con naturalidad y se portó como lo que es: un patán.
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