LOS ALZADOS (6)
La participación de los yaquis en ambos campos se explica con facilidad. La existencia en esa época de peones yaquis que habían vendido su fuerza de trabajo y estaban dispuestos a vender su fuerza física en el ejército, la existencia también de numerosos indios refugiados en la sierra, son el indicio de una importante desestructuración de la comunidad yaqui, debido a un estado incesante de guerra y de guerrilla ligado al proceso de colonización.
La integración de indios en el ejército de Pesqueira o en las tropas imperialistas no es portadora de ningún significado particular para la comunidad yaqui. Por el contrario, marca el momento en que estos indios son considerados como una fuerza militar útil y utilizable: percibida como cuna de rebelión por Gándara, la comunidad yaqui tiende a aparecer como una reserva de mercenarios. Esto es confirmado por varios autores que señalan:
Su gran número y su tendencia tan marcada a la rebelión han hecho que casi todos los partidos políticos busquen su ayuda y su cooperación con el fin de llevar a cabo sus proyectos.
El final de la intervención francesa, y la victoria en 1867 del partido liberal en México, correspondieron a la consolidación del poder de Pesqueira y marcaron un cambio. Agotados por 40 años de luchas sucesivas, los yaquis rebeldes sufrieron los asaltos de un ejército homogéneo lanzado en una verdadera empresa de exterminio marcada por el “episodio sangriento de Bácum”.
Las primeras causas de este “episodio” se sitúan en 1867 cuando cierto hombre llamado Ignacio Gómez del Campo, potosino, solicitó concesiones para colonizar 25 emplazamientos para ganado, situados sobre el litoral del Yaqui y del Mayo.
Un año más tarde obtuvo esta autorización al amparo de la ley sobre baldíos. La reacción de los yaquis fue en extremo violenta puesto que mataron al comandante militar de Bácum y destruyeron la guarnición de Santa Cruz. Pesqueira emprendió entonces una nueva campaña contra ellos: estableció su cuartel general en Guaymas y destacó al coronel Salazar Bustamante con 500 hombres y cuatro cañones contra los yaquis, y al prefecto Prado a la cabeza de 400 soldados contra los mayos. Estos últimos fueron pronto aniquilados. Prado y sus hombres se reunieron con Bustamante para juntos derrotar a los yaquis, primero en San José, después en Bácum.
Fue entonces cuando se desarrolló este episodio particularmente sangriento: los militares encerraron de 450 a 550 indios en la iglesia de Bacum, uno de los ocho pueblos yaquis; después, colocaron la artillería delante de la puerta y la descargaron sobre los prisioneros, con el pretexto de que los indios habían intentado escapar. El edificio se incendió como una antorcha y muy pocos lograron escapar.
Tomados como blanco (único) por las fuerzas militares del estado de Sonora que se habían armado y consolidado considerablemente durante este largo periodo de guerras, los yaquis sufrieron la misma suerte que el resto de los grupos étnicos de México. Para que su margen de maniobras desapareciera, fue suficiente poner un término, por lo menos provisional, a los diversos disturbios de origen interno o externo que engendraban una confusión favorable a sus proyectos.
Guerreros de la oscuridad, los yaquis, debilitados, ya no estaban en condiciones de luchar contra el estado militar de Sonora con el cual no pudieron evitar un peligroso enfrentamiento. Este nuevo aislamiento de los yaquis favoreció el desarrollo de la política de colonización.
El periodo que se extiende desde la proclamación de la Independencia (1821) hasta el episodio de Bácum (1868), corresponde a un periodo de transición durante el cual se estableció poco a poco y con dificultad un nuevo poder. A pesar de articularse de forma bastante estrecha con los nuevos intereses económicos dominantes, este poder no estaba aún en condiciones de elaborar y sobre todo de poner en marcha una política racional en cuanto a los indios de Sonora, principalmente los yaquis.
Al aprovechar una relativa debilidad del poder establecido, los yaquis conservaron en mucho, hasta la aparición de su líder Cajeme, el estilo de organización propia y autónoma que sucedió al período jesuita. Frente a esta autonomía y hasta el episodio de Bacum, el gobierno de Sonora no tuvo jamás los medios de llegar a una verdadera colonización de sus tierras.
Esta incapacidad del gobierno resultó tanto de la falta de estructuración del estado como de la manera en que las diferentes rebeliones indias habían sido integradas dentro del juego político local. Integración que no llevó nunca a los yaquis a reconocer el gobierno de Sonora.
De hecho la estrategia yaqui no se aplicó de ninguna manera en las estrategias de las fuerzas políticas presentes y no tomó en cuenta la instalación del (los) poder(es). Así, por ejemplo, el apoyo a Gándara era ilógico, puesto que fue él quien, durante la presidencia de Santa Anna, abrió las puertas a la colonización.
Los yaquis aparecen entonces como “manipuladores”, al ser su estrategia la de oponerse a la constitución de “un” poder en condiciones de movilizar las fuerzas económicas, políticas y militares surgidas de nuevo en el estado de Sonora. Esta empresa tuvo éxito hasta el episodio de Bácum.
Al lanzarse en movimientos insurreccionales con alcances a veces contradictorios, los yaquis (grupo demográfico que dominaba Sonora) no lograron que se tomaran en cuenta sus reivindicaciones propias. Al tomarlos sólo como un factor de fuerza (ciega), sus diferentes aliados habían contribuido en mucho a reforzar su imagen de “seres salvajes irreductibles” en la mitología local.
Ganancia irrisoria, puesto que cuando la comunidad quiso levantarse, al aclararse la situación política de manera considerable después de la guerra de Reforma, el gobierno de Sonora pudo poner en marcha una política más racional.