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El primero de noviembre de 1953 comencé a trabajar en el “Diario del Yaqui” como corrector de pruebas No era una labor desconocida pues ya la había realizado como jefe de redacción del periódico universitario “Ariel”. Despachaba la primera tanda de corrección entre la una de la tarde y las 4, me iba a comer y volvía a las 7 para la segunda tanda pero ahí seguía hasta que el periódico estaba listo para imprimirse.
Adicionalmente, me impusieron la obligación de que una hora antes del cierre, digamos a las once de la noche, llamara a la Comandancia de Policía y a la Cruz Roja para que me informaran de hechos de sangre que se hubieran registrado en el último momento. De haberlos, redactaría las notas..
Una noche, creo que del 24, cuando nos alistábamos para cerrar, entraron a la oficina el director Jesús Corral Ruiz y el gerente Alfonso Castañeda, que andaban de buen humor y con algunos tragos rumbo al hígado. Me preguntaron cómo andaban las cosas y les dije que sólo me faltaba hacer las llamadas finales. “Le invitamos un menudo, dijo Alfonso, y las llamadas déjelas para el regreso”.
Como eran los jefes, ni modo de negarme. Fuimos a una fonda que estaba por la calle Galeana, dimos cuenta del menudo y salimos a la oscuridad de la noche, acentuada por una cerrada niebla. “Siento que todo está tranquilo –comentó el director—Suspenda las llamadas. Lo vamos a dejar en su casa”. Lo agradecí en verdad porque yo no llegaba a carro todavía, y aunque el periódico no me quedaba lejos, no me hacía gracia caminar en medio de aquella niebla húmeda.
Por aquel horario nocturno de trabajo, solía levantarme por lo general a las 9 de la mañana. Aquella vez algo más temprano me despertó el grito estentóreo que pasaba por la calle: ¡ANOCHE ASESINARON AL MACHI LÓPEZ!
Voceaba la extra del Heraldo del Yaqui, que aunque vespertino, le ganó la nota al Diario.
Imagino que si yo hubiera sido el responsable de la omisión, hasta ahí habría llegado mi carrera de periodista: menos de un mes.
NO TODO HA SIDO CORRUPCIÓN
Maximiliano R. López fue un dirigente campesino que no conoció la corrupción, aunque sí a los corruptos. Las autoridades hicieron una de las investigaciones policiacas más enredadas que se recuerde. Luego de cierto tiempo detuvieron a un pistolero de apellido Guadarrama que estuvo encerrado en la Penitenciaría de Hermosillo aunque nunca confesó haber sido el homicida. Lo que quedó en claro es que había faltantes de dinero en la sociedad de campesinos cuyo nombre no recuerdo, y los culpables decidieron silenciar para siempre al Machi. Fue un personaje ideal para que un buen escritor reconstruyera su personalidad en una novela. Ya tiene el nombre; “Guarache de oro” (porque cuando iba a México en avión de ninguna manera se ponía zapatos).
En 1991, como director general de El Sonorense, fundé dos páginas editoriales a la semana con artículos escritos exclusivamente por mujeres. Me siento orgulloso de recordar que una colaboradora permanente era Anita López, hija del Machi.
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