Con esta pregunta enmarco mi reflexión. ¿Cuánto es más que mucho?
Y viene al caso por lo de las marchas.
Una derecha sin liderazgo, sin proyecto definido, unidos mientras sus intereses lo permitan y mientras la cola no presente un riesgo judicial que afecte al grupo; con banderas dignas de guiones cinematográficos kafkianos donde conviven pró-vidas y pro-abortos, feministas y algunos feminicidas en potencia, yunkistas y seudo-comunistas, juntos para luchar, no, contra un sistema, no, contra un proyecto de nación, no, contra una ley, sino con odio visceral clasista contra Andrés Manuel López Obrador.
El problema mayor de esas elites económicas, políticas y religiosas es que no conciben la sobrevivencia política y social del de Macuspana, cómo un desconocido de las clases populares llegó a ser “Un peligro para el México que brindaba protección, privilegios, prebendas a una nueva élite de nuevos ricos bendecidos por un sistema corrupto con banderas revolucionarias perfectamente diseñado, en lo social, político y judicial para que esta ley, no se siguiera pensando que era ley de todos, sino exclusiva de unos cuantos.
Se preguntan aun qué no hicimos bien, dentro del mal.
Este era un “Mesías” que predicaba en el desierto tratando de convencer a los granos de arena que aun en los suelos, ignorados, pisoteados, sin derecho a lluvia o maná de cielo, sin esperanza de un futuro democrático, eran más que granos de arena.
Era un sermón de la montaña permanente, evangelización en capítulos populares reiterados hasta el cansancio en el ir y venir por años, un convencimiento sugestivo con “Naranjas y manzanas” ¿Qué tienes? Nada. ¿qué pierdes? Nada. Entonces únete para que puedas tener una esperanza en la transformación, no lo hagas por ti, hazlo por tus nietos, él camino es largo. y así, los “Granos de arena” y el mesías compartieron sueños y quimeras, bebieron él mismo sol, respiraron el mismo aire sin ventajas y brotó de las estatuas ignoradas por siglos, la raza de bronce de Juárez, los oprimidos de Rulfo, los olvidados de Buñuel, los desposeídos de Zapata, los parias del sistema conservador moderno, los obreros con el mismo salario por 30 años, los campesinos con petróleo, pero sin agua… y por arte de mágica realidad… los sueños se convirtieron en votos.
Y salieron hordas a las urnas, vigilante de cualquier intento en vano, con guadañas de razón y de justicia blandiendo sus reflejos por los aires, lanzas hambrientas del derecho negado, espadas flamígeras de abusos reprimidos, con las miradas decididas en la última batalla dispuestos a todo. Los opulentos cielos se llenaron de temores ante la posible guillotina de la democracia verdadera, movieron piezas, giraron órdenes, suspendieron operaciones y apresuradamente rindieron espadas en sonriente armonía. Por arte de magia los corruptos se volvieron demócratas y gritaron por los aires ¡Hemos perdido, tomen nota!
No fueron en vano, las muertes, los sacrificios, las hambreadas, las caminatas, los desaires, las ofensas recibidas, los ataques, las cárceles, las derrotas, los golpes, las amenazas, finalmente esos “Granos de arena” que para muchos siguen siendo: nacos, patas rajadas, indios, chairos, chusma, ratas, hambreados, flojos, vividores, amloistas, fueron y tal parece seguirán siendo, la diferencia.
En el 18, con lágrimas en los ojos, algunos “granos de arena” pudieron morir en paz, al constatar que la esperanza se sueña para hacerse realidad, que al final de cada surco en la vida, todos somos iguales en la verdadera democracia y en la tumba. Esa es la suma y razón, que gana todas las marchas, el día de las elecciones.
Podrá la derecha referida al comienzo, en todo su derecho, organizar una marcha de un millón o dos, pero mientras no tengan un referente social de esa magnitud y magnificencia: Uno de más, siempre será “Más que mucho”
Es Cuanto.