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Carlos Mal ganó el CLS en el género Crónica en 2020, aunque como las doce obras que reseño aquí, se publicó en estos días de 2022. La barroquísima portada, que él mismo diseñó, parece anunciar el surgimiento espectacular de un planeta singular en el universo. Pero no responde a esa expectativa: ninguna de las catorce crónicas que integran el libro le dejan huella al lector.
“Rodear la tierra (y andar por ella)”, se llama el libro, y el autor justifica el título en que ha pasado unos años en París y se ha asomado a Calcuta y Nueva York, así como al desierto de Arizona. Es ilusorio creer que con esos viajes ha rodeado la tierra. En fin…
De las tres entrevistas que se propuso realizar –con Carlos Monsiváis, Paul Auster y el Dalai Lama--, no hizo ninguna; se limitó a contar detalles relacionados con los personajes. Al menos con Monsiváis al parecer echó la platicada. Como lo hicieron loa universitarios Saíd Infante, Rafael Gándara, Javier Labrada, Luis Ruiz Vázquez y otros que en los años sesenta trajeron muchas veces a Carlos a disertar de mil temas, sobre todo de cine.
Quedan en Carlos Mal ---apellido que no es el suyo, confiesa—una buena porción del adolescente que se las echa de cínico y despreocupado, se ríe un poco de creencias populares, se roba cigarrillos a la menor oportunidad y escribe mentiras generalmente confesadas a poco y todo para darse importancia. Por ejemplo, afirma que no pocas crónicas las escribió porque se las mandó pedir su “editor” para publicarlas en el suplemento de “El Imparcial”; en las últimas páginas dice que tal editor no existió.
El mismo cambio del apellido con que nació: Pacheco, por el de Mal, ¡precisamente MAL!, que ha de impresionar más que Bien o Buenrostro o Buendía, da un norte claro sobre su personalidad. Me hizo recordar a lord Henry Wotton, personaje cínico creado por Oscar Wilde; cuando una dama le reprocha que la gente lo creerá malo por las acciones reprobables que a sí mismo se atribuye, aunque a ella le consta que es en realidad hombre bueno; lord Henry responde: “Anda tanta gente por ahí, echándoselas de buena, que me parece una prueba de modestia echármelas de malo”.
En su libro “Pianos en llamas”, también premiado, Carlos relata que se fumó un cigarro en El Louvre, a unos pasos de la Mona Lisa, y como eso está prohibido, la exhibe como hazaña excepcional. Qué bueno que en esta nueva obra no se le ocurrió orinarse detrás del pedestal de la Venus de Milo.
El libro, como objeto, es atractivo, está profusamente ilustrado con fotos y dibujos del cronista que entre otras varias habilidades posee la de diseñador. El texto, no obstante su superficialidad, es divertido. Dará ratos amables a quienes lo lean.
carlosomoncada@gmail.com
