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¡Qué emoción! Me informan que este sábado andará aquí la senadora Lilly Téllez, candidata a presidenta de la República por el PAN (o por el partido que se deje). ¿Quién la designó candidata? Nadie, ella misma.
Hace tres años se preparaba para comenzar campaña por un asiento en el Senado bajo la bandera de MORENA. Y ganó gracias al hombre que jaló a tantos candidatos mediocres al triunfo, nada menos que AMLO, y gracias a la estructura electoral de ese partido. La señora comenzó a cobrar sus dietas en el Senado y de repente, ¡bolas!, traicionó al Presidente y al partido que la llevó a la Cámara.
Aparte de la habilidad para traicionar, ¿qué otros méritos mostrará la señora Téllez a las personas que se reúnan con ella? ¿Es experta en finanzas? ¿Tiene un plan para resolver el problema de la seguridad? ¿Sabe cómo aprovechar el litio en caso de que el voto popular..? (Toco madera). ¿Cómo ve el asunto de la Universidad y, con perspectiva nacional, el de la Educación Superior en el país?
A la precandidata le vale gorro que sea necesario poseer esos y muchos otros conocimientos para conquistar votos. Su táctica consiste en conquistar la confianza de uno o varios que la ayuden y traicionarlos cuando ya no los necesite. Pero ahora se topará con el inconveniente de que ya le conocen las mañas, y si les demanda apoyo le recordarán el sabio refrán popular: “Perro (o perra) que da en comer huevo, aunque le quemen el hocico”
¿Y EL DICTAMEN DE LA NUEVA LEY
Ayer circuló la versión de que la comisión respectiva del Congreso del Estado dictaminaría la iniciativa de nueva Ley Universitaria, tal como se candelarizó cuando se recibió el proyecto. Escribo esta columna a las 16 horas del martes y no había recibido noticia de que se hubiera aprobado el dictamen dentro de la comisión. No debe ser fácil desenredar la madeja pero al día le quedaban varias horas por delante.
El repetido dictamen, que la Comisión debe enviar al pleno de la Cámara para que se discuta llevará la propuesta de que la iniciativa se apruebe tal como viene, o que se apruebe con reformas, o que se rechace y se devuelva a la autoridad que la ha enviado.
Tanto al gobierno como a la autoridad universitaria le conviene que la discusión no se prolongue demasiado pues podrían caldearse los ánimos de profes y estudiantes, máxime que se iniciaron ya las pláticas con los sindicatos por incrementos salariales y mejor es llevar la fiesta en paz.
Pero el lector de esta columna no se aburrirá por más largos que sean los debates, pues he encontrado en mis archivos material para pasar el rato, por ejemplo, el librito “Los aguiluchos”, que trata el tema de la paralización de la Universidad en 1967 y los zafarranchos callejeros anexos. Podríamos entretenernos con él mientras se debate en el Congreso. Los autores fueron Armando Moreno Soto, Fernando Ochoa Valenzuela, Miguel Darío Miranda y Álvaro Bracamonte Sierra. Este último trabaja actualmente de Secretario de Gobierno.
carlosomoncada@gmail.com
