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La opinión unificada y rotunda que triunfó en el Parlamento Abierto que tuvo lugar ayer fue que el Consejo de Gobierno propuesto en la iniciativa de Ley por el gobernador y que es otra versión disfrazada de la Junta Universitaria, debe desaparecer. En consecuencia, el Colegio Universitario (que también es un disfraz, éste del viejo Consejo Universitario) recobraría el poder omnímodo que tuvo hasta antes de la Ley 4.
El Parlamento, celebrado en la sede de la Sociedad Sonorense de Historia bajo la conducción del diputado Jacobo Mendoza, tuvo un éxito mediano. Aunque se presentaron 30 ponencias, un tercio de ellas fueron de estudiantes que se expresaron en el mismo sentido. Pudieron haber presentado un documento con las firmas de todos y se habría economizado tiempo. Pero fue simpática la manera como defendieron a los estudiantes reprobados y faltistas los jóvenes Albatros Pérez Villegas y Eduardo Granillo Luna, que se oponen a que el derecho a formar parte de los organismos internos se reserve para alumnos regulares que no tengan materias reprobadas. ¿No está claro que los reprobados y faltistas enseñan falta de responsabilidad y que no merecen aquel derecho?
Reclamaron además que se cobre por la educación que reciben, pues debe ser gratuita (ya se ha dicho que tal gratuidad está garantizada en la Ley Federal de Educación pero ni los diputados ni los mandones del Poder Ejecutivo la han acatado).
Abrió las intervenciones la doctora Rosa María Montecinos, ex secretaria general del STAUS, quien señaló artículos violatorios de la Constitución en el texto de la nueva Ley, y el malentendido de citar el Apartado B para regir las relaciones laborales en lugar del A. Y siguieron viejos maestros: el licenciado Oscar Medina Díaz (¿es el legendario “Pollo” Medina, ahora oculto por una barba de Santoclós?), quien agarró monte y pronunció largo discurso de plazuela sin que pudieran pararlo los coordinadores.
El doctor Gustavo Lorenzana calificó a la nueva Ley, por el hecho de haber sido presentada, como violatoria de la Constitución. El maestro Roberto Jiménez Ornelas, a quien no le fue nada mal en el equipo del primer rector emanado de la Ley 4, fue cauto en su condena y pidió que se tome en cuenta, pero en serio, la vinculación de la Universidad con la sociedad. Un maestro opinó que no hacen por participar los estudiantes, pues toman la última clase y se van de la Universidad (claro que se van, unos a sus chambas y otros a comer o cenar; con hambre es difícil hacer grilla).
El último en intervenir fue un maestro que ha ocupado buenos cargos en sus 42 años de docencia; aseguró que en 1986 la Universidad ocupaba el 8º lugar nacional, y si ahora tiene el número 1 es por el esfuerzo de maestros y alumnos, no de las autoridades universitarias. Los 5 rectores del periodo de la Ley 4 podrían haberle preguntado a coro: ¿Acaso crees que estoy en un lecho de rosas?
El Parlamento no se agotó en la reunión de ayer. El diputado Mendoza advirtió que pueden enviar ideas y propuestas a su correo electrónico o al Congreso mediante mensaje o por carta o personalmente. Y se despidió con elegancia: las propuestas que hemos escuchado, dijo al respetable que ya iba rumbo a la salida, “cayeron en tierra fértil”. A ver si es cierto.
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