No más falta que el presidente AMLO decrete un Día del Automóvil Chueco” para que su devoción al contrabando sea completa. En la mañanera de ayer, luego de anunciar que el plazo para la regularización de los carros ilegales se prolonga en tres meses más, hizo el panegírico del contrabando. ¡Él, el que se pasa condenando los ilícitos!.
Para comenzar, dijo que la regularización ayuda en el tema de la seguridad pues como no tienen las autoridades el registro de esos vehículos, no es posible identificar a los dueños cuando son utilizados para delinquir. Respondo que mientras no se cumpla la Ley los pillos dispondrán siempre de autos sin registro y el problema será (ha sido) el cuento de nunca acabar.
Me pregunto si con esos carros que pasan por la frontera sin pagar derechos no introducen también armas que precisamente atentan de manera terrible contra la seguridad y mantienen a los mexicanos en la zozobra y el temor.
Luego, qué absurdo, afirmó que como hay muchos chuecos, la gente los puede comprar baratos Qué bueno que la aceptación de un delito ayude a la economía familiar
Además, los recursos que se captan con la regularización alivian las apreturas financieras de los municipios que con tales recursos pueden atender serios problemas; el Presidente puso como ejemplo el de los baches, Pero no se le ocurrió, qué iba a ocurrírsele, comparar la cuantía de esos recursos con los que hubiera captado la Federación si hubiera obligado a los contrabandistas a cubrir los derechos antes de meter el automóvil a territorio nacional,
Le faltó decir, para redondear su optimismo, que si el producto de la regularización no alcanza para que los ayuntamientos hagan obra, no se preocupen, al cabo que en dos o tres años más se hará otra campaña de legalización con los carros que seguirán entrando. Los funcionarios de Hacienda y los jefes de las aduanas, encantados de colaborar, señor Presidente.
Se criticó a los presidentes anteriores que permitieran el millonario negocio del contrabando. Era uno de los ejemplos invocados cuando se hablaba de corrupción. El mismo López Obrador informó, y lo anunció con bombo y platillo, que visitaría personalmente las aduanas para barrer la corrupción.
Y, en efecto, en cuanto tomó posesión visitó dos o tres plazas para efectos de la fotografía oficial, pero de pronto se olvidó del asunto, aunque ahora vuelve a tratarlo pero desde otra perspectiva. Desde luego, podrá seguir repitiendo su frase predilecta “no somos los mismos”, siempre que no se esté hablando de contrabando de vehículos.
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