Los nuevos instrumentos de la tecnología han transformado de manera radical el modelo tradicional de comunicación política. La información se transmite de manera instantánea y viral a través de las redes sociales en un nuevo entorno cada vez más agresivo y polarizado.
Históricamente, la opinión pública ha sido estudiada para una gran variedad de propósitos, destacando su papel en el marco de los procesos electorales en sociedades democráticas.
Las encuestas son herramientas esenciales para medir la opinión pública en torno a los grandes temas de discusión en la arena política, y no sólo se reducen a ser fotografías del momento. Las encuestas también permiten que los partidos políticos, candidatos y electores tomen decisiones informadas al conocer el estado real de la opinión pública.
Por lo tanto, la relevancia de las encuestas electorales es enorme: motiva la participación de los ciudadanos, quienes, al conocer los resultados de las encuestas, perciben que su voz es escuchada y que su voto cuenta; brindan información para que los candidatos y los partidos políticos diseñen sus mensajes para comunicarse mejor con los electores; permiten la discusión pública sobre los temas que más preocupan a la sociedad y, en general, promueven una atmósfera de rendición de cuentas al presentar a los candidatos y gobernantes al rigor de la evaluación de la gente.
Quizá la razón principal de la relevancia de las encuestas electorales de calidad sea que, efectivamente, constituyen una herramienta útil en la predicción de los resultados electorales, lo que en una sociedad democrática es útil y necesario.
En este contexto, resulta evidente la responsabilidad social de los profesionales del estudio de la opinión pública. A lo largo de los últimos ocho años, las Misiones de Observación Electoral de la OEA han atestiguado el rol crucial de las encuestas en la competencia política y en el diseño de estrategias de campaña y de gobierno.
La conclusión es clara, los estudios de opinión pública electoral de calidad y con rigor técnico fortalecen los procesos democráticos. Por el contrario, las encuestas de mala calidad, incluso falsas, siempre forman parte de los escenarios de incertidumbre, desinformación y fake news que tanto han afectado a la democracia en los años recientes.
El panorama de la discusión pública ha cambiado mucho en las últimas décadas, la nueva plaza pública es, como sabemos, digital y fenómenos como la inteligencia artificial, las cámaras de eco, y la influencia de las redes sociales en la discusión pública han tenido efectos como la polarización extrema, la demonización del adversario, la distorsión del diálogo y, en general, una afectación a los valores democráticos de la región.
Es a este nuevo entorno al que se tiene que adaptar la disciplina demoscópica que ha tratado de mantener el ritmo del cambio adoptando a su vez, herramientas de medición de opinión pública cada vez más apoyadas en la tecnología y en la consideración de nuevas corrientes de opinión impulsadas por influencers y youtubers.
BALANCE
Los retos para una nueva disciplina del estudio de la opinión pública son enormes: los profesionales de las encuestas se enfrentan a un entorno siempre cambiante de información volátil en donde el diálogo propositivo a veces parece perderse en tendencias y hashtags coyunturales que desvían la energía del debate público constructivo.
Es en este nuevo panorama digital que todos debemos hacer lo que nos corresponde para generar mejores condiciones para que los estudios de opinión pública genuinos y serios sigan contribuyendo al fortalecimiento de la confianza democrática de la sociedad.
*Los puntos de vista son a título personal.
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