Llegó el día en que las pasiones revolucionarias se aplacaron y Carranza y sus huestes resolvieron mandar al archivo muerto de la Historia a la Constitución General de 1857 y elaborar una nueva, la vigente. Cuando los hombres inteligentes asumen la tarea de redactar una Constitución, analizan las que funcionan en otros países. Y como en los Estados Unidos ya habían estrenado Constitución, los mexicanos decidieron copiarle algunas cosas. ¡Y que plantan en la nuestra la Guardia Nacional, que crearon allá, pero aquí se quedó plasmada en el papel.
En mi tiempo de estudiante de Derecho, el profe de Constitucional se limitaba a decir que era una copia de nuestros diputados constituyentes pero que no había Guardia Nacional. Y todos tranquilos. Y ahora, todos enojados, unos contra otros, porque el presidente AMLO tuvo a bien formar la Guardia Nacional, que fue recibida con aplausos y gusto por algunos, con dudas y reticencias por otros, pero sin abierta oposición, hasta que resolvió el Presidente pasarla a la Secretaría de la Defensa.
Y la Suprema Corte de Justicia consideró, por clara mayoría de votos, que tal resolución es inconstitucional.
Cuando los anteriores presidentes recibían un fallo negativo como éste (“le dieron palo”, dicen en la jeringoza de los litigantes), manifestaban cuando mucho que no estaban de acuerdo con el fallo pero que acatarían lo dispuesto por la Corte. Y nuestro admirado Presidente, que es tan simpático cuando quiere, ¡se enoja!
No está bien, creo, Y no sólo porque el ciudadano no puede hacer un juicio propio válido si no tiene a la mano los documentos oficiales, no está bien, sobre todo, porque no deberían exhibirse de esa manera las diferencias entre Poderes que no difieren en jerarquía.
BUENA JUGADA DEL GOBER
Al disponer el gobernador Durazo que el doctor Álvaro Bracamonte, hasta hace poco secretario de Gobierno, atienda, como secretario técnico, los asuntos políticos que se le han asignado (al gober) como presidente del comité nacional cuyo largo nombre no me he aprendido, se quita el pendiente de estar viajando a la capital del país para atenderlos.
Ni modo que el doctor Durazo no hubiera aceptado el nombramiento que le da presencia nacional para lo que venga, o ya comenzó a venir. Pero los sonorenses teníamos razón al considerar que podría haber caído en el peligro de desatender sus obligaciones de jefe del Ejecutivo, que tienen primacía. Ahora las aguas de la preocupación vuelven a su nivel.
De paso, el secretario de Educación Pública, que lleva buen paso, sigue en su puesto, lo que enseña que no debemos confiar en los “orientadores” de la opinión pública, que con una pequeña porción de verdad arman una especulación escandalosa. Bueno, hay que reconocer que de cuando en cuando le atinan. Muy de cuando en cuando.
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