Nunca salgo de vacaciones en Cuaresma porque me formé en la costumbre familiar de guardar en casa todas las festividades y ritos religiosos. Pero pasó ya la Cuaresma. De modo que me puse a revisar varias opciones de viaje, y ganó Tayikistán, en Asia. En primer lugar, porque el nombre suena muy bonito, y en segundo, podría suceder que me invitaran a ir en el avión que le vendió el gobierno de México a los tayikistanes cuando se lo lleven. Deben hacerlo en los próximos diez días.
A bordo comenzaría a investigar qué hay de fondo en esta venta apresurada y sospechosa. ¿Por qué sospechosa? Hombre, soy mexicano y un mexicano desconfía de todo lo que haga el gobierno, este gobierno o cualquier otro. Además, el precio de 92 millones implica una rebaja increíble sobre el precio original en que lo adquirió el inolvidable (por lo ratero) presidente Peña Nieto. Muchas veces pedí a mis amigos que entre todos reuniéramos una cantidad para entrarle a la compra del aparato, pero me contestaban que necesitaríamos muchos años para llegarle al precio. En fin, creo que aun contando con los 92 millones no lo hubieran vendido a nadie. Y voy a mi especulación.
¿Para qué quiere el gobierno de Tayikistán un avión tan sofisticado y de tan costoso mantenimiento? Se trata de uno de los países más pobres del mundo, perdido entre montañas, con un clima infernal como el de nuestro verano. Y si bien sus paisajes naturales son hermosos, no ha desarrollado la industria del turismo. Y se explica, entre otras razones, porque apenas hace treinta años se convirtió en un país independiente. ¿Entonces?
Mi teoría de mexicano malicioso es que un país rico le prestó a Tayikistán los 92 millones de dólares para que comprara el avión, y que se lo comprará luego a este primer comprador con alguna lana adicional a manera de comisión. Me preguntarán por allá que de dónde he sacado tal ocurrencia y contestaré con sencillez que esa maniobra la habría hecho cualquier mexicano.
Entonces creo que haciéndome amigo de uno por acá, de otro por allá, poniéndome abusado para oír conversaciones ajenas, preguntando, leyendo los periódicos de Tayikistán, podré reunir buena información. Por cierto, ¿alguien sabe qué idioma o dialecto hablan allá? ¿Podré aprenderlo durante el viaje?
¡UF, ME MAREÓ!
La columna del periodista Arturo Soto me dejó mareado. ¡Cuántos cambios pronostica en el Gobierno del Estado! Casi a ninguno de los citados conozco pero supongo que mover piezas, como en el ajedrez, es para mejorar.
Puede ser que al viejo funcionario rabo verde (que los hay) hallará como secretaria de la Dirección a una joven linda y amable acostumbrada a llevarle el café al jefe en cuanto llega, aunque al joven funcionario cambiado también de puesto, a quien le gusta fumar, le tocará de secretaria una viejita renegada a punto de jubilarse que odia el olor del tabaco. Todo tiene su compensación porque la esposa del joven no tendrá motivos para celarlo.
Pero falta todavía que se cumplan los cálculos de mi cronista político predilecto.
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