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Ofrezco excusas anticipadas a los extremistas que odian al presidente AMLO porque no me lanzaré a criticar ferozmente su juego frente a la Suprema Corte de Justicia; y las ofrezco igualmente a los adoradores del Presidente porque tampoco haré cera y pabilo de los ministros de la Corte, sino una crítica moderada.
Con esta columna muchos lectores me eliminarán de su lista de comentaristas serios, si se da el caso de que algunos me tengan clasificado así, porque mi posición ante este drama con disfraz de sainete, o viceversa, es algo así como de diversión.
Los fallos de la Corte desde siempre habían sido esperados con expectación y recibidos con veneración, como si dichos fallos hubieran bajado del cielo. Y ahora resulta que a una resolución de los señores togados contra un decreto presidencial, AMLO replica con otro decreto, lo que hace pensar que si a este segundo decreto se le replica con una nueva declaración de inconstitucionalidad, de inmediato y como cosa de magia aparecerá un tercer decreto, Y será cosa ver quién se cansa primero..
Confiese el Lector que en ningún otro país del mundo se observa este juego.
El decreto primeramente combatido por los ministros es el que declaraba tema de seguridad pública todo lo relacionado con el nuevo aeropuerto, el tren maya y otras obras emprendidas por esta administración.. Esto habría dejado al gobierno federal sin la obligación de dar información al respecto a quienes la soliciten.
Tres ministros le recordaron a su colega ponente, que el deber de la Corte es proteger a la Constitución, y la sola declaración citada no afecta el derecho a la información de manera directa, y ése es el derecho que debe protegerse, no la calificación que a la información da el Ejecutivo.
Creo que no llegaremos muy lejos, en el análisis de esta situación, si lo mantenemos en la discusión de la legalidad o no legalidad de los decretos y los fallos. Por tanto, propongo introducir un nuevo elemento en el debate, y es la consideración de que los ministros de la Corte son seres humanos como usted Lector, o como el autor de esta columna, y es lógico que reaccionen como cualquier otro ente con molestia, inclusive enojo, cuando se les hace frente, o que se dejen influir por el orgullo vulnerado, por un capricho, el qué dirán.
Esto viene a cuento porque el ministro ponente que sustentó y sacó adelante la opinión de que el decreto es inconstitucional, dio la impresión de que se hallaba molesto con la postura del Presidente. De ser así, lo que por ahora me parece que tiene cierto aspecto divertido podría convertirse en un penoso choque de dos poderes constitucionales.
Del otro lado de la moneda, es fácil aceptar que algunos datos de las obras que se llevan al cabo deben ser objeto de protección porque al hacerlos públicos se pondría en riesgo la seguridad, por ejemplo, los planos o el funcionamiento de equipos que se utilizan. Pero es más numerosa la información que podría hacerse del conocimiento público.
Si el orgullo de los seres humanos que están al frente de los Poderes ahora enfrentados se controla en aceptable grado de sensatez, se lograría controlar este naciente drama o divertido sainete.
carlosomoncada@gmail.com
