Es de mal gusto decir: ¡te lo dije!, pero el caso es que te lo dije, Lector: al eliminar la Ley 4 de la Universidad, abrieron la puerta, otra vez, a la dictadura de los sindicatos. Y acaban de aplicar éstos la vieja táctica: exigen aumentos, Rectoría demuestra que ha concedido lo máximo y que no hay recursos para más, y los líderes replican: “Ya no da para más el presupuesto de la Uni, pero el gobierno tiene dinero, pídeselo.”
Así se bailaron al licenciado Carrillo Marcor, al doctor Samuel Ocaña, al ingeniero Rodolfo Félix Valdés, y con Manlio Fabio Beltrones y la Ley 4 no pudieron. Ahora retoman lo que ellos llaman “estrategia” y otros la conocen con un nombre mas feo. Y lo hacen frente al gobernador Durazo y colaboradores que pusieron abierto empeño en sacar avante la Ley actual. Eso es criar cuervos para que te saquen los ojos.
El más afectado por esta falta de ética es el jefe del Ejecutivo, pues llevaba cero huelgas en lo que va de su sexenio, lo cual es factor muy importante en el mundo de las finanzas internacionales que trata de conquistar para Sonora. Y los afectados de siempre, aunque hasta ahora silenciosos, los estudiantes, a quienes difícilmente evaluarán de modo positivo los mercados de trabajo si aulas y laboratorios se les cierran.
En fin, los líderes ya dijeron “fuera máscaras”. Las cartas a la vista. A esperar otras maniobras similares en todas las revisiones salariales que vengan.
¡SE ROBARON MI ABRIGO!
“Novo” es el nombre de una tintorería que pusieron hace poco cerca de mi casa, por el bulevar Ignacio Soto. Les llevé mi ropa para limpiar en cuatro ocasiones. En las tres últimas, no cumplieron con la fecha de entrega y tuve que volver por segunda vez.
Debo decir que hacerme volver es una crueldad pues aunque manejo mi auto, con mil dificultades doy pasos cortos y eso si llevo mis dos bastones. Y el dolor en muslos y rodillas está siempre ahí.
En la tercera ocasión me entregaron los pantalones pero no un saco-abrigo con el que me protegí del invierno. Y me dijeron que volviera OTRA VEZ y tampoco estaba lista la prenda. Me indigné, y dije a los empleados (el jefe andaba escondido) que jamás volvería al negocio y que se quedaran con el abrigo.
Pensé que al día siguiente, apenados, me llevarían la prenda a mi casa, pues tienen dirección y teléfono, con una disculpa. ¡Qué esperanzas! Ha pasado mes y medio por lo que ya está claro que se quedaron con el abrigo!
Y ahora no quiero que la tal tintorería Novo me lo devuelva. ¿Qué tal si lo convirtieron en criadero de cucharachas? O peor: ¿qué tal si dejaron que lo usara un amigo o pariente que sufre una enfermedad contagiosa?
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