Tócanos el acto histórico de enterrar con nuestras propias manos, en el panteón de la Historia periodística, el poderoso diario denominado EL IMPARCIAL.
Apenas cuatro días hemos tenido en nuestras manos esta poderosa máquina que catapultó tantas personalidades y que pesó como enorme mole de acero sobre el cerebro de varias generaciones. Cuatro días -y sólo para servir a nuestra causa- nos hemos abrasado las manos con el hierro ardiente de esta hoja poderosa que, con una historia repugnante, es hasta hoy la más poderosa empresa en el periodismo nacional.
Sabemos que EL IMPARCIAL es conocido hasta en el último rincón de la República, que llegó a las masas por la fuerza del hábito y que su nombre, escuchado por años, se ha grabado indeleblemente en las imaginaciones y se ha hecho conocer en América y Europa.
Los azares de la política nos hicieron venir a esta casa, donde nuestra intervención no podía defender ya la vitalidad de su espíritu y sólo necesitaba conservar sus intereses materiales; y a la vez, la política misma, que nos dio oportunidad de proteger estos bienes, nos lleva a otro lugar confiándonos el cuidado de lanzar las últimas paletadas de tierra sobre el ataúd de este adalid de la prensa, si el más perverso, también el más grande de nuestra historia editorial.
La muerte de EL IMPARCIAL será una gran lección para todas las tendencias conservadoras y reaccionarias, para todos los creadores de obstáculos; la muerte de EL IMPARCIAL es un toque de atención y advierte a todos que los propósitos de los constitucionalistas por sanear la Administración Pública de México no se detendrán ante ningún escollo.
¡Amortajemos a este gigante, y que de sus cenizas purificadas por la oxigenación de nuevos ideales, surja un periódico aleccionado por la experiencia y advertido de que no hay grandeza ni fuerza que no pueda ser abatida, cuando ha perdido su sentido moral!
(¡Recórcholis! Ya iba a despedirme y me falta informar al lector que este escrito de Félix F Palavicini, gran maderista, aparece en su libro “Mi vida revolucionaria”, pág. 200 y relata cómo fue eliminado el diario “El Imparcial”, fundado por don Porfirio Díaz para que lo elogiara y atacara con saña, a menudo calumniándolos, a los revolucionarios. A cambio recibía, claro, jugosos chayotes –si bien no se inventaba aún la palabra)
DATO FINAL CURIOSO
En el mismo libro asienta Palavicini que el artículo que aquí se transcribe, lo dictó el 17 de agosto de 1914 a Patricio Healy, que como taquígrafo trabajaba a sus órdenes. ¡Lo que son las coincidencias!
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