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Hace un par de semanas, el profesor Francisco Ceballos mostró en el Museo Regional de la Universidad de Sonora su colección de antiguas revistas de historietas, y ahora me entero de que en Cajeme habrá conferencias y talleres sobre el tema, tan interesante y divertido en su época.
Yo aprendí a leer en la escuela en 1940 y me volví lector rápido y voraz en las historietas “El chamaco chico”, que se redujo luego a “El chamaco” y “El Pepín”. Se imprimían en México, salían los siete días de la semana, y no sé de que magia se valía la empresa para hacerlos llegar a Sonora, pese a la lentitud del transporte entonces, con puntualidad. Supongo que las remesas se mandaban adelantadas y los distribuidores regionales se encargaban de calendarizarlas.
“El chamaco” y “El Pepín” eran poco menos de tamaño carta y contenían cada uno seis o siete historias distintas contadas a episodio por día; dejaban el episodio de hoy en un punto emocionante y mañana buscábamos la continuación. En “El chamaco” prefería “Los supersabios”, que eran los jóvenes científicos Paco y Pepe, con su amigo Panza de metiche; sus respectivas novias eran Rosa y Violeta, hijas del señor Del Clavel; Panza era hijo de la señora Piñón. Todos vivían en Villa Picamosco. Había un villano: “El médico”. El autor de esta historieta, Germán Buzte, nos contó con todo detalle y rica imaginación, cómo nuestros tres héroes hicieron algunos viajes interplanetarios.
Otras historietas eran “Rolando el rabioso” cuyo escudero era “Pitoloco”, “Orejas de coliflor”, sobre boxeadores “La invisible Scarlett O´Neill”, que se hacía invisible con presionarse la muñeca de una mano; “El caballero azul”, combinación de humano y de pez, que luchaba contra el crimen y las aventuras de los pachucos “El poca luz” (era tuerto) y “El huele de noche”. El autor de “Rolando el rabioso” era Gaspar Bolaños.
Las historias del “Pepín” eran más finas. Ahí reinaba en la parte romántica Yolanda Vargas Dulché y en las aventuras de gángsteres, José G. Cruz. Había un anciano, Don Proverbio, que dentro de la historieta, contaba historias. Una vez relató cómo huyeron a Egipto José, la Virgen María y el niño Jesús. Y pasaron años para que yo descubriera que el argumento era de la escritora Selma Lagerloff, Premio Nóbel. También le fusiló la obra “Lluvia” al escritor inglés William Somerset Maugham.
Gabriel Vargas aportaba el humor con “Los superlocos”, en la que el cínico don Jilemón Metralla y Bomba vivía de hacer trampas a los demás, entre ellos Chavita, Carpóforo y Cuataneta, la abnegada trabajadora doméstica. Pero el gran éxito de Vargas fue “La familia Burrón”, encabezada por el laborioso peluquero don Regino Burrón y su flaca esposa que se creía muy cuero. Sus hijos eran Regino chico y
Macuca, novieros a más no poder. En el curso de la historia se agregó “Foforito”, hijo adoptivo.
Ahí les dejo esos recuerdos deshilvanados para los viejos que ya no se cuecen al tercer hervor, con el ruego de que si uno de ellos tiene mejor memoria que la mía, me corrija en lo que me haya equivocado.
CHORROMIL GRACIAS
Ayer cumplí 89 años. Hasta el año pasado agradecía en lo personal cada mensaje, de felicitación, pero ya no es fácil clavarme varias horas en la computadora. Acéptenme, pues, un agradecimiento colectivo que es igualmente sincero para cada uno de ustedes, amigos, amigas. Mil abrazos.
carlosomoncada@gmail.com
