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El sábado tuve el gusto de dictar la conferencia “Secretos para escribir de manera correcta y no aburrir al lector”, invitado por la Cooperativa “Voces Sonhoras”, y el gusto y la extrañeza de recibir por ello una remuneración.
Nuestra cultura sonorense, que con optimismo consideramos ya redondeada, ofrece contradicciones curiosas. Si usted entra a un bar para compartir una cerveza con los amigos, y se encuentra ahí un trío rascando las guitarras, sigue el impulso de pedirles que toquen “La cama de piedra” o “El corrido de Rosita Alvírez” o cualquier otra joya popular. Y al rato, cuando pide la cuenta, nada más natural que se acerque el trío a cobrar lo suyo, la cantada, que es un trabajo digno.
Pero si usted es requerido, en virtud de sus conocimientos, para impartir una conferencia, raro es que le pregunten previamente el monto de sus honorarios; los que invitan –y a veces son directores de instituciones educativas—se conducen como si el trabajo del conferenciante fuera gratis. “Voces Sonhoras” da el ejemplo de lo que se hace en una sociedad de veras cuidadosa de su cultura, y lo mejor del caso es que se propone mantener esa línea en actividades de las que informará esta columna con puntualidad.
SIN PARTIDA PARA SALVAR VIDAS
He dedicado algunos lustros de mi existencia a investigar los asesinatos de periodistas en todo el país, y he llegado a la sombría conclusión de que no existe procedimiento que permita proteger con éxito a los comunicadores.
Está de por medio, para comenzar, la naturaleza propia del ejercicio periodístico que no es posible desarrollar en el encierro; el periodista mantiene relaciones con hombres y mujeres libres y se desplaza de un lugar a otro según donde ocurran las noticias, sin atenerse a horario determinado.
Luego, los asesinos carecen de rostro y pueden merodear alrededor de su presunta víctima sin despertar las sospechas necesarias para detenerlos antes de que actúen porque nadie los conoce. El homicida que se mancha de sangre en el sureste, al día siguiente preparará el arma en el norte sin el cuidado de que será identificado.
A pesar de esos inconvenientes, de ninguna manera aconsejaríamos suspender cualquier intento por proteger a los periodistas, pues más vale poco que nada.
Es el caso de que en Guerrero acaban de asesinar a Nelson Matus Peña, director del portal de noticias “Lo real de Guerrero”, segunda víctima en esa entidad en loque va del año. Y uno de sus compañeros se acercó a la fuente oficial y preguntó a cuánto asciende la partida presupuestal destinada a la protección de los periodistas. Y la respuesta fue aterradora: “A nada. No existe partida para ello” ¿Se puede así alentar una esperanza?
carlosomoncada@gmail.com
