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“¿Qué clase de mundo es éste que puede mandar máquinas a Marte y no hace nada para detener el asesinato de un ser humano?”. José Saramago. Escritor Portugués. (Azinhaga, Port.1922- Tías, España, 2010).
Tal parece que los seres humanos “somos” violentos por naturaleza. Pero en la gran mayoría de la población, ese comportamiento violento esta “reprimido” por la razón, la misericordiosa prudencia, por el razonable respeto por la vida. La violencia es un acto ancestral, cuando se pierde ese respeto. Lógicamente que existen causas “fundamentadas más no justificadas”, como las guerras, otras de extrema sobrevivencia y entornos sociales, económicos y culturales, no favorables para una convivencia armónica; la patología social que dejan las guerras, el consumo de drogas de todas clases. Quizás estas últimas, sean los más persistentes motivos de la violencia. Hechos que siguen sangrado a nuestro México, donde es evidente la negligencia de los que nos han gobernado, e incluso, en ocasiones, hasta el involucramiento en estos hechos delincuenciales.
El suelo de nuestro país se ha ensangrentado desde remotos tiempos.
En la época Prehispánica, las naciones conformadas por los pueblos originales eran frecuentes las guerras para cobrar tribuno en especie, y tener rehenes para sacrificarlos a los distintos dioses que veneraban en su acendrado -para ellos- politeísmo. Un ejemplo de esto último, son las guerras floridas, que periódicamente hacían para tales fines. En la guerra de Independencia, de la Revolución “se presentaron muertes justificadas” por los bandos en pugna y en las posteriores luchas por el poder, que han TRASTORNADO, la paz social, tal parece que se sigue desangrando México; contribuyendo a esto los homicidios por otras circunstancias; que de algunos años a la fecha el crimen organizado o no, los han aumentado exponencialmente.
Si revisamos las estadísticas de los homicidios en México, las cifras oficiales publicados por el INEGI, vemos con preocupación, como estas muertes violentas en cada sexenio van en aumento. Una muestra de esto, en los últimos 4 sexenios (Fox, Calderón, Peña Nieto y los cuatro años 6 meses del gobierno de López Obrador), las cifras son alarmantes: En el período de Fox, hubo 60 mil 280 homicidios; con Calderón, 120 mil 463; en el de Peña Nieto, 156 mil 066; Cifras ya superada en el período de este gobierno (4 años y medio) de López Obrador, que para estas fechas ya rebasa los 160 mil homicidios. Dónde los casos de asesinados predomina el sexo masculino, en comparación con el femenino (feminicidios o no en franco aumento) -Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Por datos del INEGI, el año 2020 es considerado el más violento en registro, con 36 mil 773 asesinatos en el país. A esto, le siguen los años 2019, 2021 y 2022. (datos hasta el 23 de mayo 2023). México es el país latinoamericano, más violento.
Cierto es, que en estos datos no se toman en cuenta a los desaparecidos, que aumentarían los asesinatos de este y otros sexenios. Que por cierto los colectivos de buscadoras (madres y parientes de los desaparecidos), han contribuido a localizar una gran cantidad de fallecidos, sin o con el poco apoyo de los gobiernos. Incluso, madres buscadoras han sido asesinadas.
Sonora, hasta el 2022, según el mismo INEGI, ocupa el sexto lugar de los Estados más violentos. Ningún Estado de la Republica está exento de la criminalidad que impera en el país, Sonora y en particular Cajeme, que está considerado como el tercer municipio más inseguro, en donde se cometen más asesinatos, después de Tijuana y Ciudad Juárez. Cajeme al igual que muchos municipios, el Valle del Yaqui, no solo se ha convertido en un valle de lagrimas, ya no es el granero de México, ahora es el Sangrero más grande del México. Las tumbas en los panteones, y en las fosas comunes clandestinas, están llenas de cadáveres, la mayoría son jóvenes quizás involucrados en actos delictivos, pero muchos inocentes han sido víctimas de los efectos “colaterales” segándoles la vida. En México, Sonora, Cajeme y tal vez, en cada hogar se llora por un ser querido, desaparecido o brutalmente masacrado.
La angustia y el temor de la mayoría de la ciudadanía va en aumento por la inseguridad que priva en el país. La tibia o tolerante política “reconciliadora” de este gobierno con los abrazos y no balazos, con la declaración de que también los delincuentes son seres humanos (claro, pero delinquen), ni el fallido intercambio de libros por las armas han contribuido a atenuar la violencia en México. Escenas dantescas de cuerpos balaceados, desmembrados, degollados, desollados y torturados previamente con inaudita crueldad, se ven casi a diario; peor que en un país en guerra. La patología social, reitero, han contribuido a la inseguridad (casos resientes, como lo sucedido en un antro de San Luís Rio Colorado, las balaceras en distintas ciudades son noticias diarias).
¡Claro señor presidente, cuando estos delincuentes están en útero de cada madre, son seres humanos! Pero ¿por qué se deshumanizan y se convierten en lo que son? Los motivos pueden ser muchos, y la incompetencia gubernamental es evidente; pero también la sociedad y el entorno familiar tenemos responsabilidades que cumplir, para la prevención de estos actos delictivos.
Cajeme, “se está convirtiendo en tierra de unos cuantos, sembradores de cadáveres, que la riegan con la misma sangre, pero es semilla muerta que ya no dará frutos”. Cajeme ya no es el granero de México, se ha convertido en el sangrero de México. La noble Cajeme de antaño, era semilla que daba buenos frutos, que se reflejaba en buenos hijos, de familias nucleares, la mayoría. De seguir esta ola de violencia, se puede transformar, en desolado e infernal paraje, peor que un caluroso desierto. Deseamos que no.
Cuánto se añora aquel: “Cajeme tan rico que hasta el más chico gasta su tostón. Pueblito tan MANSO, frijol y garbanzo le diste a Obregón […]”. Aun cuando la economía era más evidente en el sector agrícola los recursos “chispeaban” para todos los sectores. Por eso muchas personas se quedaban a residir en Cajeme, por esto y la tranquilidad que se respiraba en la ciudad. ¡Cuidemos a la infancia a los jóvenes y a la familia, es tarea de todos!
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