Una dama periodista empleó ayer más de diez minutos en plantear una pregunta al presidente AMLO que éste respondió en unos segundos. Se comprometió a apoyar la legislación que proteja a los animales y a promover un Día de los Animales (o como le pongan) con manifestaciones populares.
Cuando se toca el tema en la charla ocasional, pensamos de inmediato en nuestras mascotas, los fieles canes y los mininos graciosos que andan ahí, a un paso, saltando de un sofá a otro, o en periquitos del amor, loros y palomas que embellecen el jardín familiar.
Pero engullimos sin remordimiento el pollo tierno, el pavo navideño, los ricos mariscos y el pez sabrosamente aderezado, en fin, vidas de animales sacrificadas para satisfacer la necesidad de alimento, y a veces, de plano, la gula.
En otras áreas geográficas la discusión se ha centrado con apasionamiento en las reses bravas, a quienes se arranca la existencia para disfrute de los aficionados al toreo. En fin, cualesquier cambios en la legislación o en los festejos populares deberían ir acompañados de reflexiones científicas sobre el tipo de protección de que se habla cuando son los animales en general los protagonistas.
¿ESPÍAS POR ACÁ?
En la mañanera de ayer participó también un periodista ruso que, si se nos perdona el derroche de fantasía, más que periodista se nos antojó un espía. Y no sólo por su acento que, al fin de cuentas, le fue suficiente para darse a entender, sino por sus planteamientos sobre nuestra política internacional.
Le preguntó al Presidente, por ejemplo, si estaría dispuesto a asistir a una reunión en la que se tratara sobre la guerra. Cualquier periodista mexicano podía haber adelantado la respuesta: sí, siempre que las potencias en conflicto estén de acuerdo con la reunión.
Es evidente que este reportero-espía no asistió a la mañanera suficientemente preparado. El propio AMLO tuvo que recordarle, o informarle porque al parecer no lo sabía, que casi al iniciarse la guerra México propuso una comisión para entrar de inmediato a la negociación diplomática. No sería una comisión numerosa y la habrían integrado el Papa, el primer ministro de la India y el secretario general de las Naciones Unidas.
A estas alturas pensamos que el comunicador ruso no debió haber hecho pregunta alguna sino, más bien, haber sido interrogado: ¿por qué tu país no tuvo siquiera la cortesía de haber acusado recibo y de estudiar, la propuesta de México?
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