Publicado originalmente el 10 de noviembre de 2021
Durante la pasada administración me referí varias veces al Instituto Sonorense de Cultura no con la abreviatura ISC sino ISSC, que significaba Instituto Sonorense de Simulación Cultural. Es evidente que estamos dejando esa penosa etapa atrás. Por eso me siento obligado a contar aquí la versión de que varios “mediadores” de la lectura, que la semana pasada recogieron muy orondos la dotación de 21 libros enviados por la Federación para que los utilicen en su tarea, no tienen sala ni grupo de lectura.
No se trata de ponerse a averiguar sólo quiénes incurrieron en la que, por decirlo de manera amable, podría considerarse una travesura. Sugiero aprovechar la coyuntura para determinar qué características deben tener los “mediadores”, verificar si las poseen quienes se ostentan como misioneros de la lectura e intentar una evaluación de los resultados que hayan obtenido a lo largo de los años. Que yo por el mismo camino si todo está bien, o enderezarlo si todo está chueco.
El hábito de la lectura es una pasión. ¿Son apasionados de los libros esos “mediadores” y, sobre todo, son capaces de trasmitir esa pasión a otros?
Soy un convencido de que leer libros es un acto personalísimo que ha de realizarse en silencio, sin compañía que distraiga, de modo que me extrañó que alguien invitara a la gente, en la entrega de “los 21”, a unirse a uno de los grupos porque en ellos haría amigos, gozaría del cambio de impresiones, etc. como si se tratara de ingresar a una agrupación social en la que se organizan bailes y pachangas.
Eso me suena tan absurdo como invitar a unos cuates a que vengan a mi casa a escuchar el Concierto de Violín de Beethoven o la ópera “La guerra y la paz” de Prokofiev, mientras nos echamos unos tragos intercalando ricas botanas, y con la advertencia previa de que quien se termine su copa, vaya a la cocina a prepararse otra.
Pero, en fin, si para algunos la entrada al mundo de la lectura es formar parte de quienes se reúnen a saludar amigos, ligar una conquista y comerse unas galletitas rociadas con refrescos, que traspongan en buena hora dicha entrada. Pero los que guíen al recién llegado que no lo mantengan atado al grupo. En cuanto vean que el gusanito de la lectura retoza ya en la mente del huésped, lo dejen que siga por su cuenta, que busque autores desconocidos, que se atreva a comprar sus propios libros y a cometer sus propios errores; son riesgos que enfrenta el auténtico lector.
En el poco probable caso de que se someta a examen a los “mediadores”, ¿qué tal si les preguntan qué libros han leído, metiendo hondo el bisturí para que prueben que de veras los han leído, no sólo que han aprendido los títulos?
Ojalá que no lastime mi comentario, No sé escribir con rodeos cuando las cuestiones a debate son tan importantes y tan descuidadas como la lectura.
carlosomoncada@gmail.com