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Los políticos de toda laya, ingenuos y cínicos, sinceros y mentirosos, dirán siempre que en el centro de sus preocupaciones está el pueblo, El presidente López Obrador, que no tiene empacho en repetir centenares de veces lo mismo, suele encomiar al pueblo mexicano diciendo que éste es “mucha pieza”.
Los filósofos del Derecho hace mucho tiempo dictaminaron que el concepto de pueblo es ilusorio, aunque basta que se reúna cierto número de individuos con ropas modestas, en bola, para que nos digan que ahí está el pueblo. Y la “definición” es aplicable a hombres y mujeres de cualquier país del mundo que se amontonan en un sitio y. se mueven sin orden.
Acaban de pasar las elecciones en Argentina, y para sorpresa de muchos (entre los sorprendidos, el autor de esta columna) se alzó con el triunfo un ultra derechista a quien auguran el más rotundo fracaso los más autorizados comentaristas de la política mundial. No tiene aptitudes para gobernar, afirman sin rodeos. ¿Esto significa que el pueblo al votar tiene razón en unos países y en otros, no?
Los ex presidentes mexicanos Fox y Calderón se declararon simpatizantes del señor Milei, el ganador de la elección. Nos dio vergüenza que se supiera allá que son mexicanos. Seguramente presumieron de que el pueblo los hizo ganar sus respectivas elecciones.
Ahora la señora Xóchitl Gálvez alentará la ilusión de que así como el pueblo argentino se equivocó al votar por un inepto, el pueblo mexicano podría fallar también el año entrante y votar por una inepta. Cada quien que forje las ilusiones que mejor le acomoden.
A mí el pueblo mexicano me cae bien y podría caerme mejor si le viera que se esfuerza por analizar los partidos y a los candidatos. en la medida de mis posibilidades trataré de ayudarle señalando, ahora que están en campaña, las burradas que se digan.
