Lloran de terror:
Santa ha caído derribado por un misil navideño.
Los niños de Gaza se han convertido en blancos, morenos, apiñados, trigueños, del odio y la avaricia de otro holausto sin cámaras de gas ni hornos crematorios.
Cómo un hierro al rojo vvivo reclamo a Dios por hacerme nacer en esta especie voraz como un hoyo negro que depreda estrellas y sangre de un universo en materia oscura.
Genocidios, limpieza étnica, palabras que no se encuentran ni en la sevicia de los demonios del apocalipsis.
Las madres de los niños de Gaza ya no cubren su rostro con sus telas típicas, no es necesario, sino con el mismo dolor de María por un un crucificado en el Gólgota, que agoniza y contempla un planeta irredento, orgulloso de sevicia y riqueza expoliada con bombas de fósforo blanco.
Los niños de Gaza lloran porque no pueden sacar sus pequeños huesos putrefactos atrapados bajo los escombros.