¿Para qué acelerarse, Presidente? Aprovechó usted la mañanera para elogiar a Samuel García, hasta ese momento precandidato presidencial del MC, a fin de sembrar en los ciudadanos el deseo de votar por él. Así, pensó usted, le restaría votos a la Xóchitl. Y don Samuel se enredó en camisa de once varas y decidió retirar su precandidatura y regresar al cargo de gobernador de Nuevo León. ¿En qué situación queda usted? Una situación un tanto ridícula.
A mí no me gusta dar consejos y menos si no me los piden, pero como creo que usted merece salir en triunfo de su sexenio, se lo daré: no meta su cuchara en asuntos electorales. La Ley se lo prohíbe.
Y creo que esta sugerencia –llamémosle así—se debe hacer extensible a otro tema en que algunos, no todos, legisladores de MORENA la han estado regando: que se reforme la Constitución para que los miembros del Poder Judicial se sometan a elección popular. Esa idea es contraria a la inteligencia.
Estoy consciente de que no le satisface el desempeño de los ministros de la Suprema Corte de Justicia ni, de carambola, el de los tribunales de Circuito y de Distrito. No por eso hay que destruir los procedimientos acertados que contiene nuestra Carta Magna.
Si usted replica que el pueblo mexicano está apto para elegir con su voto a los ministros y demás jueces, yo me aguantaría las ganas de contestarle: “Sí, hombre, ahora cuéntame una de vaqueros” No le respondería así porque lo respeto, pero no estoy seguro de que controlaría las ganas de reírme. Es tan absurda esa idea que la objetó con energía una ministra a quien usted abrió el camino a la Corte.
Tranquilo, pues, Presidente. Usted tiene merecimientos para pasar a la historia como un gran Presidente. Consérvelos.