En los cinco o seis días anteriores al vencimiento del periodo legal para renovar la credencial del INE, se formaron largas colas de ciudadanos ansiosos por obtener el documento. Qué hermosa lección de civismo, pensaría un extranjero que viera esas filas y que no nos conozca a los mexicanos. Y qué sorpresa se llevaría si le mostráramos después los resultados de la elección y viera que a menudo no llega al 50% el número de empadronados que acuden a las urnas
Pronto hará 66 años en que adquirí el derecho de votar, y no lo hice aunque no por mi culpa. Desperté a las 9 de la mañana (no por flojera, sino porque trabajaba en el periódico hasta la medianoche) con cierta emoción y me dispuse a ir a votar. Bañado y peinado me encaminé hacia mi casilla, pero antes de llegar, advertí que el viento arrastraba por la calle trozos de boletas.
Esto ocurría en Cajeme, mi tierra natal, en 1958. El líder cetemista Rafael Contreras Monteón, de gran popularidad, era el candidato a presidente municipal cuyo triunfo trataba de impedir el gobernador Álvaro Obregón a toda costa. Uno de sus partidarios (Pascual Acuña) agarró pleito con un soldado que vigilaba la casilla instalada en las afueras del Hotel Kuraica, y trató de desarmarlo. En una acción que nadie supo explicar con precisión, el fusil se disparó y mató a Pascual. Entonces los seguidores de Contreras se entregaron a destruir las urnas de varias casillas, entre ellas la que a mí me tocaba.
Tal vez por aquella experiencia amarga, siempre he sido cuidadoso y puntual en el ejercicio de lo que es, al mismo tiempo, derecho y obligación. Y no deja de extrañarme que la votación apenas rebase un poquito la mitad de los empadronados y a veces no llegue ni a la mitad.
Sospecho que los varones y las mujeres que hacían cola delante de las oficinas del INE y del Instituto Electoral local lo hacían para contar con un documento que utilizarán para identificarse en tantos trámites y gestiones que la actividad diaria nos exige realizar.
Pienso que no estaría por demás mantener en las instalaciones electorales, una grabación permanente, a buen volumen, que dijera: “Esa credencial sirve para que votes. Esa credencial sirve para que votes”
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