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El joven Juan Manz Alanís se plantó de pronto en el escenario de la Poesía y anunció: ¡Aquí estoy!, con su libro “Oro Verde” bajo el brazo. . De esto hace algo más de 40 años, porque a su llamado acudieron otros quince varones y féminas que en 1984 levantaron alto la bandera editorial que llamaron “Granos de trigo” Quince voces alentadas por el ITSON, quince autores. En esa serie el Libro de Juan fue (y es) “Con un rumor de canción”.
Casi todos los libros alcanzaron un tiraje de mil ejemplares, con excepción de tres cuyo tiraje fue de 1,500.
Si se tiene en cuenta que Juan escribía desde ante de publicar “Oro verde” hay que admitir que su producción abarca al menos medio siglo,
Aunque los temas fundamentales de este poeta parecen surgir de la entraña del Valle del Yaqui, no se le puede considerar un escritor localista, limitado por la geografía y la provincia. Al contrario, posee un tono universal. Hay evocaciones en sus poemas de Walt Whitmann, Charles Baudelaire y otros grandes, y se ha asomado con amor a las literaturas de otros países y ha escuchado la música de colegas extranjeros y les ha hecho escuchar su propia refinada música poética.
Hay buenas razones para que le ofrezcan un homenaje a Juan Manz en el palacio de Bellas Artes. Este palacio, admirable joya arquitectónica, cuenta con varios espacios para este tipo de ceremonias. ¿Va a ser en la Sala Manuel :M. Ponce? Bueno será que lo especifiquen los publicistas del evento para que los sonorenses que acudan a aplaudir a su poeta no se desorienten.
Al repasar en la memoria diversas etapas de la trayectoria de Juan recordé que APALBA creó hace un año la presea de su nombre, y no sé por qué cayó en el olvido. Una cosa lleva a la otra,por eso el título de esta columna. ¿Cuándo le darán una medalla a Irma Arana por su infatigable trabajo de promoción cultural? carlosomoncada@gmail.com
