En 1960 no llegaban a Ciudad Obregón todavía los noticiarios por televisión, pero a los reporteros del Diario del Yaqui nos bastó la crónica que se trasmitía por radio para compartir, como si estuviéramos allá, en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, la vibrante emoción que envolvía al país.
Simplemente cuando el gran presidente Adolfo López Mateos pronunció ante el micrófono, en un grito varonil, la primera palabra: ¡MEXICANOS!, simplemente con esa palabra estallaron los aplausos de la gente y acá, en la redacción, nos pusimos chinitos. López Mateos anunciaba la nacionalización de la industria eléctrica.
Ahora los ministros de la Suprema Corte de Justicia, no todos, los ministros corruptos que se ampararon para no cumplir el precepto constitucional que los obliga a ganar menos que el Presidente, aceptaron un amparo para echar abajo la reforma promovida en 2021 por AMLO y aprobada por mayoría en el Congreso de la Unión.
Con ese acto pretenden destruir la nacionalización decretada por López Mateos, hace 60 años, para que inversionistas privados, en su mayoría extranjeros, recobren la generación y comercio de la energía eléctrica y aplasten a la Comisión Federal de Electricidad que es de los mexicanos.
La corrupción se exhibió con abierto cinismo. Al someterse el proyecto de resolución a los ministros de la 2ª. Sala la votación fue de 2 a 2, quedó empatada. La Ley Orgánica del Poder Judicial ordena, en casos como éste, de empate, que se nombre a un ministro de otra Sala para que elabore un nuevo proyecto de sentencia con base en las opiniones que se registraron en la sesión de empate.
Pero el presidente de la Sala no hizo eso, manifestó que poseía voto de calidad (¡mentira, asqueroso corrupto!) y que lo daba a los dos que votaban por el amparo.
Le queda a uno la amarga sensación de que a la mayoría de los ministros, que se embolsan sueldos anuales de millones de pesos, les importa pura madre México. Algo habrá que hacer con estos mal nacidos.
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