Ocurre al finalizar cada sexenio. La gente quiere calificar al Presidente antes de que se vaya. No es un buen momento porque está fresco el agradecimiento de los que fueron beneficiados y el rencor de los que no lo fueron. El presidente AMLO ha sido objeto, lo sigue siendo, de una campaña injusta en que no cuentan los argumentos sino el celo de los partidos políticos que se derrumbaron y de los empresarios y la prensa chayotera que vieron eliminadas las fuentes de corrupción.
Para intentar una calificación, al menos provisional por el momento, creo que deberíamos comenzar por el principio y no precipitarnos tras los adjetivos bueno y malo. Y ubicados en el principio asentaremos la primera aseveración: Andrés Manuel fue un Presidente distinto. No hay otro con quien se le pueda comparar. Nadie se había lanzado con tanta fuerza contra la corrupción. Miguel de la Madrid hizo su campaña montado en el eslogan de “la renovación moral”. Pero no pasó del eslogan.
Luis Echeverría trató de que se le reconociera como el gran comunicador con el pueblo de México pero se perdió en la demagogia. Y de todas maneras, nunca otro mandatario creó un mecanismo tan eficaz como la mañanera para mantener la conexión con el pueblo.
En política internacional, el último episodio registrado fue el enfriamiento con España porque el gobierno rechazó la invitación a la toma de posesión de la presidenta Claudia Sheimbaun porque dicha invitación no se dirigió al rey de aquel país. En efecto, no fue invitado porque cuando el presidente AMLO se dirigió a él para sugerirle que pidiera perdón a las etnias originales por los atropellos de que fueron víctimas por los conquistadores, el rey ignoró la carta. Incurrió en esa grosería.
En su momento, yo consideré exagerada la petición de AMLO, pero de la actitud descortés y ofensiva del rey no alcanzo a opinar algo atinado. Tendría que opinar que tirar la carta del presidente de una nación soberana, no tiene madre. Pero se me hace que la expresión suena fuerte si está por medio un rey. Me replico yo mismo: ¿y no está asimismo de por medio el Presidente de una Nación independiente y libre?
Hay muchos aspectos que examinar y hay que hacerlo para fundamentar bien el calificativo que se aplique. Entre tanto, yo adelanto mi opinión en el sentido de que AMLO no fue un presidente malo ni un presidente bueno. Fue un presidente muy bueno.
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