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Ayer martes un articulista de “El Imparcial”, de cuyo nombre no quiero acordarme, publicó un escrito titulado “La distracción”, en el que supone que el lío armado por los ministros de la Corte, que defienden el hueso como canes, distraen a la Presidenta Sheimbaun del deber de ocuparse de los problemas de la Nación. Y ayer también dio a conocer la mandataria, en la Mañanera del Pueblo, el formidable programa para incrementar la producción de alimentos de calidad y en cantidad suficientes para la Nación.
Ciencia y tecnología irán de la mano para lograr ese objetivo que comenzará con los granos básicos de la gastronomía popular: frijol, arroz, maíz blanco. Los apoyos del Estado se canalizarán a los pequeños y los medianos productores, y a fomentar los elementos indispensables para reactivar el campo: el agua y los caminos.
¿Por qué los caminos? Porque hay centenares, quizá miles de comunidades aisladas que es indispensable comunicar para que los beneficios del programa lleguen a todas partes.
Después vendrá una etapa compleja pero que será necesario de toda necesidad resolver: que los consumidores encontremos en el mercado los alimentos producidos a precios accesibles. La buena alimentación implica salud para el estudio y el trabajo, para las madres y sus hijos. ¡Qué va a estar distraída la Presidenta! Entrarle a este programa fundamental implica la inversión de meses de constante trabajo.
CUIDADO CON LA HISTORIA
En estos días se presentó en el Congreso del Estado el libro “Caborca Heroica y la invasión norteamericana. El 6 de abril de 1857”, de Apolinar Castro Esquivel, en el que se dice que “el indígena pápago Luis Núñez” hizo estallar un polvorín con sus flechas y salvó a Sonora.
Durante mucho tiempo se habló de ese “indígena pápago” pero no se sabía su nombre. El nombre lo descubrió quien fue director del Archivo Municipal José Jesús Valenzuela Luna apodado “El loco” (no le decían así por desdén, sino por cariño, él mismo aceptaba el apodo). Lo descubrió en un documento y descubrió también que Núñez no era indio pápago, sino un sonorense común dedicado a tareas del campo.
El Loco Valenzuela fue más allá: localizó a los descendientes de Núñez y los presentó en un evento que tuvo lugar al aire libre, a poca distancia del legendario templo. ¿Quién me contó eso? Nadie, lo sé porque estuve ahí. Además, publicó un libro sobre este episodio titulado “Yo fui”. Obsequié mi ejemplar a la Biblioteca Cultura Sonorense que se encuentra en la biblioteca municipal de Ciudad Obregón.
Es plausible enaltecer a nuestros héroes y difundir los hechos históricos. Pero mientras más se acerquen a la verdad, mejor.
carlosomoncada@gmail.com
