Pues falló la jugada tramposa de cambiar el proyecto de Ley de Ingresos de Hermosillo por otro amañado, al correr el trámite obligado ante la legislatura del Estado. La tesorera, Flor Ayala Robles Linares, confesó que se había cometido un error “involuntario”, yo lo diría con los términos del Chavo del Ocho: se armó la trampa “sin querer queriendo”. Si los diputados hubieran caído en ella, habríamos quedado empeñados para todo el 2025 por el aumento monstruoso a las tarifas del agua y el predial.
La tesorera Ayala fue diputada. En 2017 hizo una campaña para llevar libros a las bibliotecas. Yo le obsequié 130 de diversos autores. Un año después, tuve la gran satisfacción de recibir un reconocimiento del Colectivo de Reporteros en un acto en que se encontraba la señora Ayala. Di allí una plática sobre las dificultades para forjar una amistad entre periodistas y políticos y ella tomó la palabra al final para rebatir mi tesis.
Los compañeros del Colectivo me habían autorizado a ofrecer en venta uno de mis libros recientes a la salida del local, y traté de mostrárselos a la interfecta que pasó de largo con desdén. Quiso continuar su carrera política como diputada federal y fracasó, igual que cuando aspiró a ser candidata a alcaldesa de Hermosillo. Tal vez entonces no dominaba el arte de cometer errores involuntarios.
QUEMAZÓN DE POLÍTICOS
No sabía que el ex presidente municipal Alejandro López Caballero aspiraba a ocupar el cargo otra vez. Lo recuerdo porque se hizo pato para remediar el más cruel atentado contra un periodista que se haya registrado en Sonora: el de Eduardo Gómez Torres, que murió junto con su esposa cuando les tumbaron la torre de Hermosillo Flash. Los mató una serie de infartos.
Sí sabía, como lo sabe todo el mundo, que el alcalde Astiazarán quiere ser gobernador de Sonora, pues está en campaña. Pero tanto a éste como a López Caballero los quemó un ex presidiario que anda contando que los apoya.
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