“Cualquier obstáculo para disfrutar la Navidad por causa de alguien, ese alguien se convierte en un Grinch”. Cuento escrito en Guadalajara, Jal. 30 dic 2024.
Los preparativos de la familia estaban listos para pasar la navidad. Los niños, días antes, disfrutaban de la compañía de sus abuelitos paternos que llegaron de Australia para festejar en familia estos días. Su padre, nacido en aquel lejano país, que, por circunstancias del destino y por cuestiones de su trabajo, hacía mucho tiempo que había abandonado. Él conoció a la madre de sus hijos, mexicana, en otro país donde él realizaba su trabajo itinerante, ella estaba de vacaciones. Desde entonces, posterior a su matrimonio, residen gran parte del tiempo, en una ciudad de la República Mexicana.
Los niños estaban felices por convivir con su abuelita y abuelito australianos; ellos les leían cuentos y les contaban anécdotas de una perrita que habían adoptado hace10 años, allá en su país y que disfrutan mucho su mutua compañía. A la mascota la quieren como otro miembro más de la familia, ya que procrearon un solo hijo.
Todo iba bien en la breve estancia de los abuelos paternos en México, disfrutando a los nietos, a su hijo y a su nuera. Pero extrañaban a su perrita fiel y consentida, que, probablemente estaba triste al sentirse tan sola, por no estar con sus queridos viejitos.
La perrita a diario se despertaba con ese dejo de tristeza manifestada por frecuentes gemidos, por no verlos; a pesar que la habían dejado bajo el cuidado de otras personas. Pero la mascotita no se sentía bien, a pesar de la compañía de sus cuidadores. Se sentía sola y su tristeza aumentaba cada día.
Los abuelitos, a pesar de la felicidad que sentían de convivir con la familia de México, extrañaban a su “perrhija” australiana. Gozaban muchos a sus dos nietos (una niña y un niño), porque hacía cinco años que nos los veían físicamente, el contacto solo era virtual, gracias al zoom y con video llamadas.
Los niños estaban felices de estar con sus abuelitos paternos.
Un inesperado problema se presentó pocos días previos a la Noche Buena y Navidad. Los abuelitos recibieron una llamada de Australia, informándoles que su querida perrita estaba enferma y que tuvieron que llevarla con el médico veterinario: el diagnóstico era de mal pronóstico.
El llanto y la incertidumbre abrumaba a los abuelos. En su desesperación decidieron retornar a Australia, con el desencanto de sus nietos, por no seguir gozando de los días de Navidad y esperar el inicio del próximo año.
Para los niños, la perrita se convirtió en el Grinch de ésta navidad. Para los abuelitos fue un acto de solidaridad, de amor y preocupación por la salud de su querida perrita, su “perrhija”.
Los sentimientos encontrados brotaron dentro de su ser por el dilema de asistir o no al posible deceso de su mascota y, por otro lado, si se van, se privarían de pasar la navidad con sus queridos nietos.
Los invadió la tristeza, pena, nostalgia aunada al dolor, llanto, sensación de impotencia y de culpabilidad por dejar sola a su amada perrita, pero también de separarse en estos días familiares, de los niños y, de su hijo. La decisión fue tomada, por la urgente necesidad de estar con su animalito de compañía, que tanto les alegraba sus vidas. Tomaron un vuelo urgente retornando a la ciudad capital de Australia: Canberra.
Al llegar a su destino, se encontraron con la fatal noticia de la muerte de su “perrhija”, que se llamaba “Lía”. El sentimiento de la soledad invadió el alma de los abuelitos, pero con la esperanza de una pronta resignación, con los recuerdos de los alegres momentos que pasaron con Lía, cuando le hacían cariños, al pasear y jugar con ella. Lía movía su colita de alegría, lamía las manos o la cara de los abuelitos, como cariñosos besos, también ladraba de felicidad cuando veía a los abuelitos llegar a casa. O gruñía y ladraba al observar cuando se acercaba a casa alguna persona desconocida y con fuertes ladridos avisaba a la familia. Todo aquello ya no verán su afligida familia. Quizás las cenizas, por su incineración, reposaran en un lugar del jardín de la casa de los tiernos abuelitos, donde descansará para siempre: Lía.
Ni los abuelos, ni la perrita Lía se convirtieron en Grinch.
El Grinch fue la muerte, otra vez, que casi siempre trunca los festejos de la navidad de las familias, cada año.
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XRaulHectorCamp1