El título de esta columna va en serio. En su recital de la 6ª. gala del FAOT lo comenzó el tenor precisamente con la canción que siempre deseo escuchar: “Parlame d’amore, Mariú”, que he aprendido de tanto oírla (“como sei bella esta sera, Mariú… di me che ilussione non é, di me che sei mia…”). Y para que no creyera yo que se trataba de una coincidencia, me regaló enseguida “Non ti scordar di me”, bella interpretación del tenor Beniamino Gigli, y siguió con “Ideal”, de Tosti, que se ha cantado mucho en las diversas ediciones del FAOT.
En la Bibloteca Musical del Centro Comunitario Nelita de Bours pueden ir ustedes, los que se hallan estos días en Álamos, y pedir que les permitan escuchar el disco de Gigli, así como otras obras en que se lució el tenor Chang: La ópera “El país de las sonrisas”, de Franz Lehár la puede solicitar completa, y si por ahí cerca está alguien a quien desea usted impresionar, pídala en alemán: “Das Land des Lächeins”. En el mismo caso está “Tosca”; si le interesa toda la ópera la tienen con José Carreras en el papel principal (el pintor y revolucionario Mario Cavaradosi) y si prefiere arias sueltas, hay un disco que encabeza María Callas y que seguramente incluye el aria del miércoles: “E lucevan le stelle”
Aunque el apellido de Mario Chang parece chino, él es guatemalteco, y en recuerdo de su patria entonó varias canciones de su tierra, comenzando con “La niña de Guatemala”, letra del cubano José Martí, ya conocida en Álamos.
El FAOT recibió ya otro enorme artista guatemalteco, el barítono Luis Girón May, el mejor sin duda en 1995. Desde luego, amarramos su contratación para 1996, pero qué mala suerte. Lo programamos para abrir el Festival con la presencia del gobernador Beltrones, pero Luis llegó resfriado y me dijo (yo era entonces director del ISC) que no podría cantar. Y no había tiempo para buscar relevo. Me negué a oí sus argumentos y con esfuerzo alcanzó a cantar seis piezas. El público fue generoso y comprensivo. Yo no insistí porque entendía que cantar así dañaría su voz. Y él me prometió que volvería sin cobrar honorarios en la fecha que nosotros escogiéramos, lo que cumplió puntualmente. Y además fui a escucharlo en una ópera de Wagner en Bellas Artes con boleto que me obsequió. Lo tuvimos, pues, tres noches en Álamos con su gloriosa voz.
Y no sería justo concluir esta columna sin dedicar un caluroso aplauso al pianista acompañante Alain del Real.
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