Son ya varios los comentaristas de política internacional que se inclinan a pensar que las amenazas que vomita el presidente Trump son para asustar a los amenazados, incluido México. Tal vez pueda justificarse esa posición optimista en relación a ciertos problemas, pero no es recomendable confiar en las reacciones de un loco.
Es reciente su actitud burlona sobre la pandemia de Covid 19 y la consecuente ausencia de una estrategia eficaz para combatirla, lo que se tradujo en pérdida de vidas casi sin paralelo en el mundo (y no escribo al tanteo, me baso en el formidable libro “Un daño irreparable. La criminal gestión de la pandemia en México”, de la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie, que señala los países que procedieron con acierto y rapidez, y también a los que fracasaron, entre ellos los Estados Unidos y México).
Hasta ahora nuestra presidenta ha respondido con dignidad, inteligencia, inclusive con burla (por ejemplo, a la puntada de cambiarle el nombre al Golfo de México), pero no hay que confiar en el gringo. Ayer, en la Mañanera del Pueblo, se puso al descubierto que el gobierno del otro lado conspira contra los mexicanos y favorece al crimen organizado al permitir la introducción de armas a nuestro país.
Se informó con claridad que cuando se detecta y se incauta un arma en la frontera, México informa de tal hecho inmediatamente a los gringos para que le sigan la pista al vendedor y al comprador a fin de ir cegando las fuentes de abastecimiento. Pero los gringos no reaccionan con la misma rapidez sino con parsimoniosa complicidad. Y eso, cuando reaccionan.
El loco es peligroso y juega sucio. Bajo este convencimiento hay que tratarlo.
Carlosomoncada@gmail.com