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Hace 90 años le estaba dando lata a mi mamá, al grado a veces de no dejarla dormir, pero ella tomaba las cosas con paciencia pues sabía el motivo: me faltaban tres meses y cinco días para nacer. Y nací puntualmente en nuestra casa de la calle Veracruz, frente a la Plaza 18 de Marzo, que no estoy seguro de que entonces (1934) ya se llamara así. En todo caso, hay que felicitarla porque hoy es su onomástico.
Ahora que InfoCajeme publica la foto de cómo era en los años cincuenta la Plaza, a la que antes llamábamos “plazuela”, puedo aportar un retrato hablado de una docena de años anteriores..
Para comenzar, al menos por el lado de la Veracruz no había banqueta, lo que permitía a los chamacos del barrio jugar ahí al “carro”. Los muchachos de antes no nos cansábamos nunca, pero si hacía mucho calor los eucaliptos daban buena sombra, además de proporcionar hojas para combatir catarros y toses con un buen té casero.
No había bancas todavía. Tampoco había alumbrado, aunque el Ayuntamiento instaló arbotantes con luz en el cruce de las calles aledañas, por ejemplo, en el cruce de Veracruz y Galeana y Galeana y Puebla. No era aconsejable que los niños se metieran a jugar muy adentro de la plazuela porque se espinaban con los huachaporis. Don Fidel, encargado de la vigilancia, limpió un pedazo de terreno en el que cultivaba sandías, muy ricas, me consta. Supongo que con el permiso de las autoridades. Tal vez le pagaban así sus servicios.
La transformación de la plazuela en plaza comenzó en los años cuarenta. Siendo presidente municipal de Cajeme el profesor Heriberto Salazar (1943.1946), anunció que se construiría ahí un kiosco y no tardaron en llegar troques con ladrillo y arena. Los niños de entonces gozamos al deslizarnos sentados desde la punta del cerro de arena. Pero los mismos troques que habían arrimado aquellos materiales se los llevaron a la casa que el profesor había comenzado a construir. Apuesto a que los necesitaba.
Se desmontó la totalidad del terreno y en la misma época se instalaron juegos infantiles comenzando por el resbaladero, luego los columpios y un juego redondo, de madera, que uno mismo hacía girar corriendo alrededor sin soltarlo al que llamaban “el pastel”. Lo máximo fue la construcción de la cancha de basquet y de voli en la esquina de Veracruz y Galeana, con buen alumbrado, en la que hubo competencias municipales y estatales. Se utilizó también para mítines políticos. Ahí le escuché discursos a Vicente Lombardo Toledano, Jacinto López y otros líderes
La Plaza que hoy se llama Lázaro Cárdenas, cuya estatua es obra del escultor Julián Martínez, está cargada de recuerdos. Quién sabe cuántos noviazgos incubados ahí terminaron en boda y, desde luego, en bautizos.
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