Hoy, muy temprano, deben haberse apresurado no pocos directivos de respetables instituciones, a ponerse la máscara de la hipocresía para asistir a la celebración del Día del Libro. ¿Por qué digo eso? Les cuento.
Cuando nos dimos a la tarea varios escritores, en 2023, de solicitar donativos de libros para crear la Biblioteca Cultura Sonorense, pensamos que principalmente los obtendríamos de instituciones que editan libros y que, además, están obligadas a difundir la cultura. Nos equivocamos.
La Universidad de Sonora no nos dio ni agua. Solicité el donativo por escrito, y luego de una espera razonable, tuve la oportunidad de pedirle a la rectora Rita Plancarte su respuesta verbal. “Es que no entendí lo que pides”, me dijo. ¡Mi ex alumna en Letras acusaba a su maestro (yo) de no expresarse con claridad! Le envié una relación del material que podría donarnos por conducto de Karlita Valenzuela. Y nada. Tan fácil que habría sido, desde el principio, decir: NO.
El Colegio de Sonora quedó peor: no respondió a nuestro oficio. Lo dirigen profesionales de la descortesía.
Y ell gobernador del Estado quedó entre mal y peor. Semanas después contestó una burócrata al escritor Ernesto García Núñez que los donativos reunidos estaban en resguardo de la Biblioteca Municipal de Cajeme. Claro, eso acordamos con el Instituto Sonorense de Cultura aunque el resguardo es provisional. El proyecto sigue adelante. Y en cuanto a nuestra solicitud. Silencio. Eso se llama quitarle latosos al jefe.
Dada esta situación, tampoco le pedimos ni el saludo al ITSON ni al Centro de Investigación en Alimentos y Desarrollo. A la Secretaría de Educación y Cultura pedimos…, ¡ya! ¿Qué caso tiene recordar la indiferencia hacia los libros de quienes hoy les cantarán loas!
Del Instituto Sonorense de Cultura obtuvimos la única respuesta satisfactoria. Por lo pronto, nos completó la colección de premiados en el Concurso del Libro Sonorense.
El amargo recuerdo se diluye ante el rostro sonriente de Myriam Ramírez, acarreando los libros que dejó su querida mamá. Y el desprendimiento de los maestros Jaime Varela y Francisco González. Y los cien libros obsequiados mi excepcional amiga Irma Arana y a tanta gente bonita que se acercó a entregar un libro, dos, tres, una docena. Felicidad para todos en este Día del Libro.
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