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El viernes pasado fueron sepultados en el panteón nuevo los restos óseos de la jovencita Cassandra Johana González Madrigal.
Concluyó así un episodio más de la tragedia que golpea a gente inocente víctima de la guerra del narcotráfico, y en el caso de Cassandra no fue uno sino dos golpes letales.
El primero fue contra su madre, extraviada un día sin que su familia tuviera idea del por qué y quiénes la secuestraron, dónde la tenían, cómo y cuándo podían volver a verla.
Las mismas preguntas que se hacen los familiares de todas las víctimas inocentes, muchas ya pese al intento de hacer ver esta guerra como un conflicto exclusivo de "gente mala".
A la mamá de Cassandra la desaparecieron y ante la nula respuesta de autoridades, la jovencita decidió buscarla donde podía estar, según le dijeron.
No se sabe si la halló o estuvo cerca de sus victimarios, porque también a ella la desaparecieron y los familiares tuvieron que hacer una tarea doble e infructuosa como la mayoría de quienes se ven obligados a buscar a una "víctima de desaparición forzada".
A Cassandra la buscaron igual, con la angustia de un presentimiento nefasto que se hizo realidad.
Hace un año, en septiembre del 2016, un grupo de mujeres conocidas como "las rastreadoras", pues se dedican a rastrear los terrenos donde creen que pudieran estar sus familiares también desaparecidos, encontraron una fosa clandestina en el Municipio de Ahome, Sinaloa.
Había allí los restos óseos de ocho personas y dos de ellos eran de mujeres. Varias personas acudieron ante las autoridades para comprobar o descartar si alguno de los cuerpos era el de un partiente buscado.
Así acudieron los familiares de Cassandra y después de varios trámites para que se realizaran las pruebas de ADN se comprobó que uno de los restos óseos eran los de ella.
Con la tristeza del caso tramitaron el traslado de los restos a Cd. Obregón y después de superar obstáculos burocráticos y gracias a la intervención de una persona influyente, lograron el objetivo.
Así, el pasado viernes, la jovencita exempleada de la maquiladora Yazaki recibió cristiana sepultura en la ciudad donde merecía haber tenido otra suerte.
