Dos jóvenes, ella era Betzy y él Benjamín.
Dos novios como tantos enamorados, divirtiéndose como se divierten los jóvenes de hoy, en el bar, entre otras parejas como ellos, bebiendo cervezas y entregados al momento entre caricias, besos y ternura compartida.
Y como todos, quisieron compartir su alegría con una selfie en la que se notara lo bien que la estaban pasando esa noche de viernes en el Bar Beer de San Luis Río Colorado.
Fue su última selfie. Unos minutos después yacían calcinados por el incendio que provocó un demente, uno de tantos que andan por allí y en el momento menos esperado explotan causando desgracias.
El demente quiso pasarse de vivo dentro del bar, agredió a mujeres y tiró bronca al que se le ponía de frente. Los empleados del bar lo expulsaron, intentó meterse otra vez y de nuevo fue expulsado.
Sólo una mente demencial, impulsada por el consumo de la cocaína que después evidenció el antidoping, puede cometer esta clase de crímenes.
El episodio debe movernos a reflexionar en serio qué tipo de personas está ocasionando el consumo de drogas, las conductas antisociales que a veces hasta son admiradas, el desmadre que satisface la necesidad de afirmación en el que lo provoca.
Todo hubiera sido como una noche cualquiera. Betsy y Benjamín hubieran seguido queriéndose o tal vez no, pero todas las posibilidades que tenían sus vidas y las de otras ocho personas que estaban en el Bar Beer esa noche, fueron suprimidas de tajo por un demente solitario, amargado y criminal.