Era francés y se instaló en Huatabampo un día que ya nadie recuerda, tal vez a principios de la década de los treinta, en plena efervescencia del conflicto entre el Estado mexicano y la iglesia católica.
Hoy algunos viejos hablan de su figura que iba y venía entre los feligreses irradiando bondad y simpatía, dicen.
El padre Mateo Dieureux estaba asignado al templo de Huatabampo y alrededor de él crecieron niños y niñas que lo admiraban como si fuera un santo.
De lo que no se hablaba entonces, al menos públicamente, era de las incursiones clandestinas que realizaba el padre Mateo en algunas poblaciones del Sur de Sonora para bautizar niños y oficiar misas en la época del callismo.
A Cd. Obregón vino a mediados de los treinta para bautizar a un grupo de pequeños hijos de familias acomodadas. Eso pudo haber sucedido en una casa que está por la calle Puebla casi esquina con Guerrero, comenta una de las niñas que estaba en ese grupo y quien hoy es una respetable señora cercana a los ochenta de edad.