Antes de que existiera la cirugía estética actual, la gente tenía que arreglárselas de alguna manera cuando no estaba conforme con alguna parte de su cuerpo que no le gustara.
Lo más común era y es renegar de la nariz que Dios, la naturaleza y sobre todo la genética nos asignaron a cada uno.
Ellas quieren tenerla respingada, y ellos quieren presumir un perfil griego.
Pero la mayoría debe andar en el mundo con la nariz chata o aguileña, aplastada o prominente, con las fosas muy abiertas o demasiado respingadas, como quien anda oliendo coas desagradable, "cara de fuchi" decían... Muchas formas de nariz ha habido que no gustan para nada a sus acomplejados propietarios.
Para ellos había en otra época opciones como las que se anunciaban en diarios y revistas. Productos traídos desde los Estados Unidos, la capital del país o algún otro origen que por sí solo fuera sinónimo de modernidad y avances científicos.
Eran artículos molestos que debían llevar los inconformes de nariz, pero los compradores estaban dispuestos a soportar incomodidades y burlas de la familia pues sólo en casa se atrevían a ponerse esos horrendos "desfacedores de entuertos".
Horas y días pasados en el encierro, sin salir de casa, hasta que un día hasta las y los más ingenuos comprendían que de nada les servían esos aparatos y salían a la calle a vivir una vida sin complejos nasales.
Hoy la cirugía plástica ha cambiado la perspectiva; las narices rectas y levantadas abundan en las chicas con aspiraciones elitistas y en los galanes que reclaman la admiración de esas chicas.