En la mañana temprano el chisme lo trajo doña Chepa: Se robaron a la Blanca, se robaron a la Blanca.
El niño que escuchaba a la doña no alcanzaba a comprender. ¿Cómo se pueden robar a una muchacha como la Blanca, ya grandecita? Imaginó a tres ladrones como los Chicos Malos de los pasquines. Gordos, con gorra y antifaz, seguramente entraron a la casa por una ventana y metieron a la muchacha en un saco, como cuando asaltaban un banco antes de enfrentarse a Mickey Mouse.
O tal vez la robaron como quien roba una bolsa. Alguien pasó corriendo, tomó a la Blanca del brazo y la arrastró quién sabe hasta dónde para quedarse con ella y después venderla.
El niño que escuchaba a la doña era yo y no encontraba la respuesta, cómo podían robarse a una persona.
Horas después se conocieron los detalles. Fue la tarde anterior, la Blanca salió a un mandado al centro y ya no regresó. De su casa al Mercado no había mucho trecho y la mamá la buscó por las calles vecinas, preguntó a los conocidos y nadie sabía nada, aunque algunos sólo fingían no saber y reían entre dientes.
La afligida madre supo la verdad cuando regresó a su casa. Alguien había visto a la Blanca subir a la bicicleta del Julio, en la parrilla de la llanta trasera, se fue con él.
"Con ese vago... ni trabajo tiene, se la pasa en el billar", lloraba la madre desconsolada, pidiendo a Dios que cuidara a su hija, ella, tan inocente, seducida por un mequetrefe.
En esas estaba cuando la Blanca llegó a la casa, como si nada, "vengo por mis cosas, el sábado nos vamos a casar, el Julio me lo prometió".
Y de repente el llanto de la madre se convirtió en una ira irrefrenable contra la hija: "¡Peeeendejaaa, y tú le crees, pero te lo dije, no andes con ése bueno pa nada, ahora te chingas porque yo no te voy a ayudar".
A fuerza de repetirse estos casos, un día llegué a entender cómo se robaban a las mujeres en mi pueblo. También entendí después que la escena inicial era de dolor, sí, pero con el tiempo todo volvía a la calma.
Al año la Blanca tuvo un hijo del Julio, y la abuela materna se volvió loca de felicidad, tanto que empezó a querer al Julio como si fuera un hijo.