La última vez que lo vi fue en un evento para gente mayor y de escasos recursos, uno de esos programas de Sedesol.
El llegó caminando, apenas podía su cuerpo y andaba encorbado, vencido por las dolencias de ese cuerpo que hace años lucía en las calles de la ciudad, parado frente al cristal de los escaparates comerciales donde hacía como que veía los artículos en venta pero en realidad sólo estaba checando el contorno de sus bíceps.
Un día lo conocimos como "El Arellano", habitante de la hermana república del Plano Oriente, pintor de brocha gorda y a veces también de pincel.
Llegó al barrio de la calle Coahuila a pintar una casa recién construida y los chamacos nos hicimos amigos de él porque nos contaba sus hazañas, nos presumía su fuerza física y de todos los torneos de "muscle power" ganados.
Nos dijo que tomaba sangre de res en el rastro, que pasaba horas y horas levantando pesas, haciendo abdominales y sentadillas, nos aseguraba que las mujeres casi enloquecían por él, lo que no le creímos por supuesto porque además de su miraba estrábica las facciones no eran precisamente las de un galán, además nosotros en esa época poco sabíamos de las debilidades de la mujer (y seguimos igual).
Pero aún con sus mentiras nos gustaba escucharlo tal vez por la seguridad de sus palabras y porque parecía más loco que nosotros, plebes del barrio que matábamos el tiempo fumando y tomando sodas mientra él hablaba.
Luego desapareció del barrio como fuimos desapareciendo nosotros cuando crecimos.
Alguna vez lo volví a ver en las calles, cuando aún conservaba algo de su porte atlético y se embelesaba con su figura reflejada en los escaparates. No era narcisista. Él era Narciso redivivo.
Después pasaron muchos años sin verlo, ya nadie se acordaba de él. Hasta aquel día que lo vi caminar con dificultad, desvencijado, buscando el evento donde les darían la limosna oficial (un promedio de 18 pesos diarios en dos meses; así es el cheque de Sedesol).
Unos dicen que lo han visto por allí, cada vez más deteriorado. Otros aseguran que ése es un fantasma. ¿A quién creerle?