En 1950 la radio se había consolidado como el medio de comunicación más popular de Cd. Obregón.
Desde 1934, cuando se inaugura la primera estación, la XEAP de Emilio Manzanilla Siast, y años después con la XEOX de Felipe García de León, el pueblo cajemense estaba entregado a los programas de música popular que, como hoy, se escuchaban a todo volumen interrumpiendo el descanso de los vecinos que eran sometidos a la tortura de tener que escuchar los estridentes ritmos de moda. Nada diferente a lo que sucede hoy, en pleno 2018.
Lo que ocurríaa hace casi setenta años fue relatado en una de las crónicas del periodista Alberto Macías que a continuación reproducimos:
16 de marzo de 1950
Por todas partes se advierte una mortificante saturación radiofónica, pues en la mayoría de los hogares todo faltará menos el aparato receptor que se desgañita con las canciones de moda.
No hay modo de escapar a la tortura de escuchar a todas horas "de noche y de día", la música de marras. Vamos por la acera y por los requicios de una acera se cuela aquello de que "la múcura está en el suelo, mamá no puedo con ella"; seguimos andando y más allá nuestra estropeda trompa de Eustaquio tiene que resistir la quejumbrosa de "Tú, solo tú".
Por fin llegamos al hogar -¡dulce hogar!- en busca de una poca de calma que nos tonifique los alterados nervios; pero apenas nos tiramos en la cama, suena la radio de la vecina y hay que escuchar, quiérase o no: "Amorcito corazón" o "Rosita se está bañando".
La música, el canto, la poesía y la pintura son recreaciones del espíritu, pero el arrobo se convierte en tedio y desesperación cuando una y otra vez se ofrece la misma cosa. Los valses de Stauss son únicos e inmortales, pero a muchos vecinos de Plano Oriente han acabado por fastidiarles, en virtud de que apenas cae la tarde, con fines de propaganda, desde la caseta de proyección del Cine Máximo comienzan a escucharse, a todo volumen, las producciones del genial Maestro... un día sí y otro también como diría el genial Cantinflas.
El sentido estético se maltrata con estos martilleos atroces.
Tomado del libro El eterno motivo.