1969. Las tocadas
(Crónica chilaquil)
¿Y por qué no echarnos la Paloma?, sobre todo ahora con el recuerdo de las tocadas donde en ocasiones nos amanecía…Y quien berreaba en el micrófono no podía ser otro que el locochón del Cacho, y trás él, en el requinto, El Yoni que le arrimaba una patada en las nalgas (al Cacho) para que entrara a tiempo en Light my fire donde el cieguito Mal Evans, el de barba de vikingo y argiva melena, el gigantón del teclado, el que de nuestro grupo de rock no concordaba con eso del Blues y se lucía con el Solo al inicio de la rola; y cómo no, Una pálida sombra para dolerse del amor de gran urbe del smog eructado en la ruta urbana del Poli, pero eso, eso no era todo en la torre altísima que daba a Reforma en aquella Tercera Unidad Nonoalco - Tlatelolco del sesenta y nueve, Tlatelolco ciudad entonces, paraíso perdido entre Reforma y San Juan de Letrán, ahora óxido y caca de perro, Tlatelolco donde se alzaba aquella torre escalera para subir al cielo, el penthouse de Lidia, la tía de María mi desvelada novia que se iba a dormir a las cuatro de la madrugada mientras yo quedaba hablando babosadas hasta el amanecer con el maese Pako (ahora Gruexxo) desgañitado tras cuatro horas de rockear la noche de luciérnagas eléctricas, pupilas y materia oscura del manto-noche de aquel Valle de México que se fugó con mis veinticinco años a cuestas en una rola del Pacus, Hipiteca chilango, Juan Lennon con su tortita azteca, Yoko de serenata sin balcón, maese Pacus que un tarde gris te plantaste, para decirme que me ibas a madrear frente aquella puerta roja de doña Anita, cincuentona rubia divorciada que nos daba cuarto y alimento en su depa del Baja California, único edificio donde no se ocultó ningún estudiante aquel dos de Octubre, Paco Pacorro, pálido James Brown de la Guerrero, de la Industrial Vallejo quizás, y a la vez de la Tercera de Tlatelolco, fines de los sesenta y la barba espigas sin tregua entre el bigote y un Peace and Love estampado en el pecho de la playera de esa tarde en la tardeada con La Parada Suprimida, !Qué onda brother?, mezclilla acampanada migrante de un Nogales, Aridzona, memoria de otro tiempo, de los batos de otros años, de otros días que partieron en un abrir y cerrar de ojos, marca de agua, frontera de una clase media hoy expulsada por defunción hacia el olvido, nombres disueltos en la memoria de la ciudad provincia y valle, en la luz quemante y espesa de su tiempo de calor.