"Mañana vamos a Hermosillo y compraremos un bajo a los Challengers, que se acaban de desbaratar".
Fernando, el bajista de los rockeros del Cerro de la Campana, me tiende el Ibanez que no tocará más, y a ninguno de los que ahí discutimos el precio del cuatro cuerdas eléctrico usado, cruza por la cabeza el futuro de Fernando con los Shippys del Carpio, ex requinto de Los Reyes del Ritmo, de Botello, que no hace mucho lucieron en la Primera Feria Agrícola y Ganadera en el campus del Álvaro Obregón.
Los Reyes del Ritmo practican en el tercer piso del Hotel del Valle, y las habitaciones de la época del General Topete se estremecen. El hotel de ladrillo y argamasa frente a la plazuela es un tanto antiguo y fue construido por allá en los años del abuelo.
Los covers del grupo de hermosillense hospedado en los años del hotel vecino de nuestra casa del callejón, impresionan la adolescencia de nuestros oídos en el patio que da justo hacia el muro poniente del hotel donde las ventanas del tercer piso certifican siempre los crepúsculos.
Tabares es el secre del grupo venido del Cerro de la Campana a ponernos una apantallada de aquéllas, cuando a esa edad uno no podría imaginar que existiera una banda de ese tamaño y equipo tras la huella de los de Agua Prieta que ya sonaban por la XEOX armada con suficientes kilowatts para llegar a la luna en AM.
En la Feria del Estadio estuvimos también nosotros con equipo hechizo y uniformes a rayas que patrocinó una tienda de ropa del Mercado Municipal.
Los de Hermosillo abren con "La vi allá". No hay comparación posible.
Y uno de esos días, los Reyes de mr. Botello abandonan el barrio, Tabares se viene con nosotros y la historia da inicio.
Debo decir que sin Orozco, nuestro creador y agente comercial lo que ahora es posible narrar no hubiera sucedido, y a la vez la primera Feria Regional de 1963 no estaría en mi memoria como el sitio germinal del grupo de "música moderna" del barrio de los Baños Julieta, a salto de mata de la plazuela donde el ojo del huracán nació para nosotros.
Al poco tiempo un Fender Jazz Bass color verde se encargó de sustituir al pionero Ibanez de cuatro cuerdas, mi, la, re, sol, al aire, y la música entró en la existencia de los cinco como un lapso de vida de tres años que recuerdo interminables.