De las lluvias torrenciales que caían sobre el viejo Cajeme, quizá la más recordada es la "Creciente del 48". Ahora que meteorólogos han advertido que una DANA como la que ha azotado a Valencia, España, podría impactar en el norte de México, quizá ese fenómeno no sería algo inédito en esta región.
A fines de noviembre de 1948 iniciaron días muy lluviosos en el sur de Sonora y concluyeron en enero, con torrenciales precipitaciones que hicieron crecer el nivel de los ríos e inundaron todo el sur de Sonora. En las pláticas de los viejos de Huatabampo, Navojoa y esta Ciudad Obregón se hablaba de aquellos días como los judíos hablan del Diluvio universal en la Biblia.
Lluvias día y noche durante más de un mes, hasta mediados de enero de 1949, cuando el agua había penetrado los rincones más apartados de casas y edificios, mientras afuera las calles aún no pavimentadas eran lodazales intransitables y el carácter de las personas se volvía más melancólico por la humedad que penetraba hasta el tuétano.
Navojoa, Huatabampo, todo el Valle del Mayo, sufrieron inundaciones que no volverían, ni siquiera con los ciclos de muchos años después porque éstas tormentas azotan uno o dos días y aun con la destrucción que propoician, no traen tanta agua como la acumulada durante la Creciente del 48.
La lluvia pertinaz hizo estragos en el viejo Cajeme, y en el Plano Oriente el agua llegó a tener poco más de un metro de altura desde la calle Obregón hacia el bordo de las vías del tren.
De esa época queda el testimonio macabro de la fotografía donde podemos ver a un grupo de personas transportando un ataúd sobre los terrenos inundados. Otras imágenes nos muestran las calles anegadas en el centro de la ciudad.
Hoy, como otras víctimas del calentamiento global, las equipatas son un recuerdo vago que sólo conservan las personas mayores de 50 años. Para los jóvenes en cambio son algo tan desconocido como las "cabañuelas" de enero, un término popular en el viejo Cajeme y hoy abandonado en el baúl donde se guardan las palabras en desuso.